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Ruletero

Publicación:13-04-2025
TEMA: #Agora
Una palabra parece perdurar en un mambo de Dámaso Pérez Prado; la palabra "ruletero". El Diccionario del Uso del Español en México, editado por El Colegio de México, la define como "(Coloq.) 1. Chofer de taxi que no tiene sitio fijo sino que trabaja y busca pasaje recorriendo las calles; taxista: 'Yo trabajo de ruletero'. 2. Coche de transporte público que circula por la ciudad buscando clientes; taxi. '¿Cómo le hiciste si no hay ruleteros ni para remedio?'" El Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua coincide con esa definición e introduce otro significado: "Persona que ejerce la prostitución", al que no parece aludir el Cara de Foca, como también se conoce a Pérez Prado =posiblemente el cognomento cebe la acrimonia de las Ligas de la Decencia al uso.
"¡Diaou!" algo así exclamaba Pérez Prado como una invocación a sus invenciones de música caribeña. Hay quien todavía sostiene que decía '¡Dígalo!'" Las palabras escuetas son parte de esa música peculiar y dos palabras sin pretensiones melódicas propician la música que cifra el devenir del ruletero: "¡Taxi! ¡Libre!" y entre la música frenética, la confesión que puede adivinarse orgullosa: "Yo soy el ruletero; que sí, que no; el ruletero" y también se reconoce como el "ikui ikui" y el "makalacachimba", cuyo significado, según eso que llaman "Inteligencia Artificial", puede proceder del español de Puerto Rico; de "macaracachimba: que se refiere a un hombre divertido, carismático, popular, solidario, lleno de energía y pasión por la vida".
Yo erraba al recordar que el del mambo también se llamaba, no sin festividad afrentosa, "chafirete", del que el Diccionario de Mexicanismos de la Academia de la Lengua sentencia: "Conductor de vehículos descortés y poco hábil".
Como en el mambo de Pérez Prado, el devenir del taxi derivó, hacia 1960, en una novela de Agustín Yáñez: Ojerosa y pintada, que recrea un día del deambular rutinariamente azaroso en lo que era el Distrito Federal mexicano, en el cual convergen personajes varios, que importan diversas pláticas circunstanciales que no dejan de deparar historias y, sobre todo, formas del habla. Ya entonces el taxi se había convertido en un personaje cinematográfico, imprescindible en ciertas persecuciones. En Los 39 escalones, el film de 1935 de Alfred Hitchcock, un agente de Scotland Yard le ordena a otro que tome un taxi para seguir a Pamela, la mujer que puede conducirlo a un asesino posible. Una reconocida película de Martin Scorsese se llama evidentemente Taxi Driver y en Night on Earth Jim Jarmush filmó historias que transcurren en diferentes taxis, que ocurren acaso en el mismo tiempo, a distintas horas, en cinco ciudades distantes.
Puede sospecharse que las diversas formas que ha adoptado el homo sapiens para poblar excesivamente la Tierra usan o entienden la palabra "taxi", cuyo origen algunos conjeturan en el latín taxare, "tasar"; otros, en el griego metrón, 'medida'"; otros en un comerciante lombardo: Francisco de Tasis. La segunda edición, de 1989, de The Oxford English Dictionary cita al Daily Chronicle del 26 de marzo de 1907: "Every journalist... has his idea of what the vehicle should be called. It has been described as the taxi, motor-cab, taxi-cab, taximo, taximeter-cab".
Como la invención que nombra, la palabra "taxi" parece persistir cada vez más soterradamente mientras maquinalmente se imponen derivados conocidos como "uber" o "didi", cuyas historias se reducen a un mero algoritmo.
« Javier García-Galiano »