Opinión Editorial
Nuevo halcón en la DEA... y la pinza se va cerrando
Publicación:13-02-2025
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Dicen que en política, ya sea interior o exterior, nunca hay casualidades sino causalidades
Justo cuando el secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla, no descarta que los aviones militares y los barcos que han sobrevolado y navegado en los límites internacionales y marítimos de México estén realizando labores de inteligencia y espionaje, y cuando la cadena CNN confirma que el Pentágono ha registrado una intensa actividad en los espacios aéreos y aguas marítimas limítrofes con nuestro país, el presidente Donald Trump designó ayer a Terry Cole como director de la DEA.
Veterano de esa agencia y exagente en misiones en México y Colombia, además de Afganistán, el nuevo halcón de la administración Trump que será el zar antidrogas estadounidense, parece cerrar la pinza en torno al anunciado combate contra los cárteles de la droga mexicanos a los que, aún antes de declararlos oficialmente como “grupos terroristas”, ya han comenzado a rastrear con sofisticados equipos de seguimiento e intercepción de comunicaciones, pero sin invadir los límites territoriales de México y en busca de lograr detonar una guerra conjunta desde los gobiernos de la Casa Blanca y de Palacio Nacional en contra de los que ya consideran “enemigos de los Estados Unidos”.
Lo que no se sabe aún con exactitud es si esa “avanzada de inteligencia y rastreo satelital” que ya mandó Trump sobre el territorio que abarca el Triángulo Dorado del narcotráfico mexicano, entre Sinaloa, Durango y Chihuahua, y que es la zona histórica del fracturado y confrontado Cártel de Sinaloa, contó ya con la aprobación y anuencia del gobierno mexicano, en aquella llamada telefónica del 3 de febrero, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump acordaron aplazar por un mes la imposición de aranceles generalizados del 25% a México, o si el acelerado y emporado mandatario estadunidense se aventó otra de sus medidas unilaterales.
Dicen que en política, ya sea interior o exterior, nunca hay casualidades sino causalidades y los primeros avistamientos de un avión militar de inteligencia, de los llamados U2, que sobrevolaba cerca de la península de Baja California y a la altura del territorio de Sonora y Sinaloa, fueron reportados en La Paz y en Los Cabos el 4 de febrero, justo un día después de aquella llamada telefónica entre los dos mandatarios.
Luego vino la presencia de un barco militar, también de inteligencia, que navegó por las aguas internacionales, pero muy cerca del mar patrimonial de México, y después, de acuerdo con la cadena CNN, en solo 10 días, la administración Trump realizó 18 misiones de vigilancia en la frontera con nuestro país y en el espacio aéreo internacional alrededor de la península de Baja California. Lo hizo, dijo el influyente medio estadounidense, con un avión espía U2, que monitorea comunicaciones de los cárteles de la droga, en lo que la misma cadena de noticias calificó como “un gran aumento en las misiones de este tipo”.
Tal vez por eso la presidenta Sheinbaum y su gabinete han reiterado y repetido en los últimos días el mensaje de que “nadie debe meterse con la soberanía mexicana”, que “somos una nación independiente y no somos colonia de nadie” o que “los límites rojos de nuestra cooperación y entendimiento son los de la soberanía mexicana”. Porque ya sea que se lo haya pedido Donald Trump y la presidenta haya aceptado, siempre y cuando no se invadiera el territorio de México en ninguno de sus límites, o que de plano sólo le haya avisado como cortesía el impulsivo mandatario estadounidense, el hecho es que ha comenzado a cerrarse la pinza en el combate frontal que el inquilino de la Casa Blanca le quiera dar a los empoderados cárteles mexicanos.
La única duda sigue siendo si, a pesar de las presiones y amenazas de Trump, la presidenta Sheinbaum haya decidido no entrar a una estrategia frontal de confrontación y sometimiento de los poderosos y armados cárteles mexicanos por no enfrentarse ni romper con su antecesor y jefe político. Porque extrañamente a la doctora le molestó mucho que se preguntara, en la mañanera del lunes, la periodista Dalila Escobar, de Proceso, sobre si su estrategia contra el narco era diferente de la de “Abrazos, no balazos” de López Obrador. “Nostros siempre vamos a defender al presidente López Obrador. Que no les quepa la menor duda… que nadie se equivoque somos parte del mismo movimiento… no nos vamos a distanciar”, dijo entre aspavientos y alterada Sheinbaum Pardo.
Pero si ella no decide sumarse, está más que claro con los vuelos de espionaje y la designación del nuevo halcón de la DEA, que Trump dirigirá su propia guerra contra los narcotraficantes mexicanos a los que les daría tratamiento de “terroristas, enemigos de los Estados Unidos". ¿Será que a la presidenta mexicana la rebasarán los gringos por la derecha si se resiste a sumarse a la guerra estadunidense contra el narco?
« Salvador García Soto »
