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Opinión Editorial


Que alguien decida por mí


Publicación:05-03-2025
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Las vidas humanas están marcadas por la diferencia y la multiplicidad, nos construimos a partir de referentes que el tejido cultural ofrece

Estamos condenados a ser libres

Jean Paul Sartre

Para los humanos el vivir no es algo natural, sino artificial, cultural, histórico, es decir, una invención. "Existimos, luego inventamos porqué existimos" (Paul B. Preciado).

Las vidas humanas están marcadas por la diferencia y la multiplicidad, nos construimos a partir de referentes que el tejido cultural ofrece. Nuestra vida se va conformando a través de los mitos, religión, filosofía, artes ciencia y tecnología... —cada uno de los elementos de la cultura—. 

Sigmund Freud, para referirse a la identidad del Yo, empleaba la metáfora de la cebolla: cada uno de sus pliegues sería un elemento de la identidad, algo o alguien con quien nos hemos identificado a lo largo de nuestra vida. Sin embargo, si seguimos explorando sus capas en búsqueda de un centro sólido, algo así como la esencia de la identidad, siempre nos toparemos con un núcleo vacío. En ese sentido, las vidas humanas se expresan a través de un recorrido que implica un vacío y una discontinuidad de conocimiento, desconocimiento, identidad y diferencia. Experiencia que lo mismo puede angustiar como fascinar: el conocimiento que al mismo tiempo es desconocimiento, cambio, transformación y amplificación es la condición para la realización de cada vida humana. No ser siempre los mismos es una cualidad maravillosa de reinventar, combinar los elementos de una historia de formas diversas y creativas, con miras a "...darle forma artística a lo vivido" (Sigmund Freud)

El momento de la decisión es un instante que le otorga una orientación a la vida, una apuesta a la exploración. Y si la vida y la identidad son, por principio, cambiantes, la flexibilidad y creatividad son fundamentales en este trayecto. Sin embargo, las problemáticas se presentan cuando alguien decide que alguien más decida en su lugar. Con lo cual, por un lado, se cree que se cubre el riesgo de tener que elegir, pero, por otro lado, se está renunciando a vivir en primera persona, optando por someterse a los referentes y expectativas de alguien más, vivir para cumplir esas expectativas. Esa es la causa de muchos de los malestares físicos, mentales, económicos... ¡existenciales¡No vivir la vida que se desea vivir, sea porque no se sabe qué forma de vida se desea tener o porque al conocerla se le ha dado la espalda por miedo al riesgo. Por tal motivo, los malestares psicológicos (ansiedad, depresión, burnout, adicciones...) irrumpen como una señal de alarma que le indican a quien los padece que hay algo fundamental del deseo y vocación de vida que se ha perdido, olvidado y que el sufrimiento que ahora se está padeciendo hace recordar que sería una buena oportunidad para reconectarse con dichos deseos fundamentales que podrían arrancar la propia existencia del tedio, dándole una nueva vida a la vida.





« Camilo E. Ramírez »