Opinión Editorial
Sin cuidados no hay país
Publicación:28-07-2025
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Esta semana Javier "Chicharito" Hernández se lanzó al ruedo de las redes sociales con unas declaraciones.
Esta semana Javier "Chicharito" Hernández se lanzó al ruedo de las redes sociales con unas declaraciones que, más que polémicas, revelan lo poco que algunos entienden sobre el feminismo y el lugar de las mujeres en la economía.
"Las mujeres están fracasando y erradicando la masculinidad", dijo, sugiriendo que hay una contradicción entre "querer" un hombre proveedor (*inserte risas*) y considerar que limpiar es opresión patriarcal. Pero no, acá es muy necesario aclarar que limpiar no es el problema porque limpiar no es una opresión patriarcal.
Lo que es opresivo es que históricamente ese trabajo haya sido impuesto a las mujeres, sin paga, sin reconocimiento y como si fuera un supuesto destino natural.
El debate no es si queremos a un proveedor, sino por qué el mundo sigue descansando en el trabajo de cuidado de millones de mujeres sin que nadie lo nombre o sin que nadie lo valore.
El trabajo de cuidados no es un detalle menor en la vida social: es la base que sostiene a la vida. En México, este trabajo no remunerado representa al menos el 25% del PIB nacional.
Es decir, vale más que cualquier otro sector económico. Y eso solo si lo calculamos con criterios mínimos, como el salario base; si pensáramos en todo lo que implica física, emocional y mentalmente, esta cifra no alcanzaría.
Pero, incluso ahí, hay una trampa: no se trata sólo de que este trabajo valga económicamente, sino de entender que sin cuidados no hay vida posible, no hay sociedad, y mucho menos economía.
El cuidado no es un "extra" o una tarea sencilla, es lo que hace que todo funcione. Invisibilizarlo o ridiculizarlo, como lo hace Chicharito, es seguir perpetuando la idea de que sostener a lxs demás no tiene valor.
Otra de las joyas del discurso de "Chicharito" fue hablar de "energías masculinas y femeninas", como lo han hecho ya muchos también en redes sociales, como si el mundo estuviera dividido naturalmente entre hombres proveedores y mujeres cuidadoras, sensibles, dóciles, sumisas, calladas.
Este tipo de retórica, que parece inofensiva o incluso espiritual (*inserte más risas*), es en realidad un caballo de Troya del conservadurismo: una forma disfrazada de mantener los roles de género intactos bajo el argumento de que "así es la naturaleza".
No, no hay nada natural en que las mujeres carguen con dobles o triples jornadas laborales, ni en que se les mida su valor por lo que entregan a los demás.
Las llamadas "energías" son, en realidad, expectativas sociales impuestas que buscan devolvernos a un orden jerárquico donde lo masculino domina y lo femenino se subordina.
Revestir eso de lenguaje místico o emocional no lo hace menos violento, solo más difícil de desmontar. O eso quiero creer.
Hay muchísimas consecuencias de seguir perpetuando esta división desigual del cuidado. No solo mantienen a millones de mujeres fuera del mercado laboral o en empleos precarios, mal pagados y sin derechos, sino que sostienen una estructura económica que se beneficia activamente de esa desigualdad.
La economista Claudia Goldin, Premio Nobel en 2023, ya lo demostró con claridad: la brecha salarial de género no se explica por diferencias individuales, sino por factores estructurales, y entre ellos, el más importante es el rol de género asignado a las mujeres como principales responsables del cuidado.
Cuando llega el momento de decidir quién reduce su jornada, quién deja su empleo o quién no asciende para cuidar, la respuesta está ya escrita por una sociedad que da por hecho que esa carga es "femenina".
No es una elección libre, es una renuncia estructural. Y mientras el cuidado siga sin distribuirse equitativamente (entre géneros, entre clases, entre el Estado y los hogares), no habrá igualdad real, ni económica, ni social.
El problema no es que las mujeres no quieran "limpiar" o que estén "confundidas" sobre lo que esperan de los hombres.
El problema es que, mientras se burlan de quienes exigen justicia en el reparto del cuidado, seguimos viviendo en un sistema que necesita que alguien (preferentemente una mujer, pobre y racializada, sin ninguna casualidad) lo haga todo sin cobrar, sin descanso y sin reconocimiento.
Lo verdaderamente subversivo no es volver a los "valores tradicionales" ni resignarse a las supuestas energías masculinas y femeninas: es cuestionar por qué seguimos aceptando como natural una economía que solo funciona porque hay millones de personas (la mayoría mujeres) haciendo un trabajo que nadie quiere ver, pero del que todos dependen.
Reconocer el trabajo de cuidados no es solo una cuestión económica, es una urgencia ética y política. Implica redistribuir responsabilidades, repensar el tiempo, reconfigurar las políticas públicas y desmantelar el mito de que cuidar es un acto de "amor" individual y no una función social indispensable.
Y, sobre todo, implica dejar de escuchar sin crítica a figuras como Chicharito, que desde ese gran lugar de visibilidad mediática repiten sin pensar discursos que sostienen la desigualdad.
No es que la masculinidad esté en crisis porque las mujeres hayan fracasado: lo que está en crisis (por fortuna) es el orden patriarcal que hace siglos vive de expropiar el cuidado sin pagar su costo.
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