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Llama en peligro: Meta duda de su modelo abierto

Llama en peligro: Meta duda de su modelo abierto
Ante la falta de resultados, Zuckerberg decidió pisar el acelerador de la única forma que conoce: con dinero, y mucho.

Publicación:28-06-2025
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Los ejecutivos de Meta comenzaron a debatir internamente la posibilidad de "desinvertir" en Llama.

 

Llama, el modelo de inteligencia artificial abierta de Meta, se ha convertido en el reflejo perfecto de la obsesión definitiva de Silicon Valley: crear una superinteligencia que supere al cerebro humano. Porque si algo queda claro viendo los últimos movimientos de Mark Zuckerberg, es que está dispuesto a sacrificarlo todo en esa carrera, incluso sus propios proyectos estrella, si considera que no rinden al ritmo que exige su visión de un futuro dominado por la IA.

El último capítulo de esta historia se vivió en abril, cuando Meta presentó la nueva versión de Llama, su modelo de IA, con grandes promesas y resultados que, para muchos, rozaron la decepción. El propio Zuckerberg había calificado a Llama como "una bestia" capaz de rivalizar con OpenAI, asegurando internamente que sería la base de sus próximos chatbots avanzados y de interacciones por voz. Sin embargo, las demostraciones públicas dejaron claro que la tecnología no estaba lista: los asistentes se fueron sin ver el futuro prometido y, según fuentes internas, Zuckerberg no estaba dispuesto a tolerar ese resultado, consciente de que Meta se jugaba su posición frente a competidores que no dejan de acelerar.

Como consecuencia, tras aquel fiasco, los ejecutivos de Meta comenzaron a debatir internamente la posibilidad de "desinvertir" en Llama. Para la compañía, que había defendido la IA open source como pilar estratégico, plantearse apoyarse en modelos cerrados de rivales como OpenAI o Anthropic revela algo más profundo que un simple cambio de prioridades: muestra una crisis de confianza en su propia capacidad técnica. El modelo Llama, que aspiraba a democratizar el acceso a la IA, podría terminar relegado si Meta decide centrar todos sus recursos en proyectos de mayor impacto inmediato.

Ante la falta de resultados, Zuckerberg decidió pisar el acelerador de la única forma que conoce: con dinero, y mucho. Meta compró una participación en Scale AI por 14.300 millones de dólares, fichó a su fundador Alexandr Wang y comenzó conversaciones con Perplexity, además de contactar con decenas de investigadores de OpenAI. Las ofertas alcanzaron cifras de hasta 100 millones de dólares por un solo fichaje. La división de IA de Meta ha pasado de unos cientos a más de 1.000 empleados en solo dos años, reflejando el intento desesperado de incorporar a esos "ingenieros 1000x" capaces de cambiar el destino de una empresa entera.

Pero detrás de esa expansión y esos cheques millonarios se esconden grietas preocupantes. El crecimiento rápido ha traído luchas internas por el liderazgo, directivos apartados y una cultura de burnout alimentada por la presión constante de un Zuckerberg descrito como "el ojo de Sauron" por su atención intensa y permanente sobre cada proyecto crítico. A esto se suma la realidad técnica: versiones recientes de Llama que, según pruebas independientes, no rinden como Meta afirma, con benchmarks internos diseñados para maquillar resultados y sostener narrativas de éxito ante accionistas y la opinión pública.

Mientras tanto, el objetivo final se vuelve más grandilocuente. Zuckerberg ya no se conforma con crear un modelo generativo útil para redes sociales o asistentes de mensajería: su meta es la superinteligencia, un sistema de IA superior al cerebro humano que defina el futuro mismo de la civilización. Un objetivo que hasta ahora solo Google, OpenAI y Anthropic consideran realista, y para el que Meta no parece tener ni la tecnología madura ni la cultura organizativa necesarias para sostener el ritmo de desarrollo sin fragmentarse por el camino.

 



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