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Opinión Editorial


Ciro: Nunca lo podrán matar


Publicación:26-09-2025
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El día "que no lo pudieron matar" fue jueves

Recuerdo a Ciro Gómez Leyva allá por 1997. Yo era diputado federal, entonces le arrebatamos la mayoría al PRI. Sólo lo veía en la tele en aquel pequeño y legendario noticiero de Canal 40, transmitido desde las alturas del otrora Hotel de México. Para algunos panistas Ciro era un periodista huraño. A mí me parecía muy serio. Le hubiera encantado escuchar los calificativos y anatemas que soltaron algunos mojigatos (¿Yunque?) cuando él reveló, por primera vez en televisión, los abusos y delitos del michoacano Marcial Maciel, fundador asqueroso de la orden religiosa Legionarios de Cristo.

Ya con fama y acreditada verticalidad lo ví caminar sólo, como cuenta en su libro "No me pudiste matar", por las calles de Coyoacán, salir con alguna compra de la Empacadora "La Selva Negra", perderse en sus parques o pasear en las calles empedradas de la colonia San Ángel, encorvado como soportando un peso en la espalda. En un café de esas calles me invitó a participar en su programa, esporádicamente, me advirtió, seguro para tantear con los dueños de la concesión y las audiencias, a quienes Ciro siempre les ha sido leales. A ambos. Virtud de periodista decente. No le podía faltar un michoacano y acepté. Duré unos seis años en los micrófonos de "Ciro por la mañana". Allí está gran parte de mi vida pública: la renuncia al PAN, la aceptación a AMLO ("¿por qué Germán?", inquiría insistente el periodista), la dimisión al IMSS, mi apoyo a Xóchitl, mi regreso al PAN. Nunca recibí directriz de Ciro, ni del dueño de Radio Fórmula. Leo en su libro que los seis años gobierno de López Obrador fue el programa de radio más escuchado en el país. Acompañarlo a él y, a todo su equipo, sí fue un honor. Ese sí.

El día "que no lo pudieron matar" fue jueves; en la mañana estuve en el programa a control remoto desde el Senado, porque habíamos sesionado toda la noche. Desvelado, lo felicité por las fiestas de Navidad. Ciro se iría de vacaciones, estaba de buen humor, y presentó como broma, un fotomontaje en blanco y negro de los protagonistas de la Conferencia de Yalta que puso fin a la Segunda Guerra Mundial, con el rostro de Epigmenio Ibarra a Iósip Stalin, el mío, en lugar de Winston Churchill, y Ciro en medio, ocupaba el sitio de Franklin D. Roosevelt. Paz y felicidad en la mañana, balazos inútiles en la noche. En "No me pudiste matar", Ciro relata el entorno y testimonio durísimo de esa escena que no acabó con su carácter, firmeza, realidad y verdad, frente a uno de los presidentes más poderosos del último siglo.

Con crudeza y sinceridad Ciro confiesa: "Sería muy seductor decir que el poder, que el Presidente, que él, el grosero populista autoritario que buscó aplastarnos con la ley del más fuerte, el dictador moral, el poderoso miserable, el miserable poderoso, trató de matarme y no pudo. Pero no tengo cómo probarlo". En otro párrafo, demoledor: "Él fue un poderoso que administró y desparramó discordia, y sí creo que quiso destruirnos la vida a unos cuantos: denigrándonos, asfixiándonos, extenuándonos, congelándonos con persecuciones fiscales, conminando al reculo y la rendición a nuestros empleadores...Nos linchó desde el poder con su palabra e hizo guiños para que nos lincharán en las calles..." Ciro ya no camina sólo por Coyoacán.

Atestiguó y documentó "la manera en que (AMLO) destruyó reglas para acumular poder con la verborragia propagadora de algo superior, y narré cómo lastimó y dañó para erigir un muro que separa a su pueblo bueno de los siniestros".

No pudo destruir su voz el tabasqueño. ¿Unos michoacanos "no lo pudieron matar"? Quizá. El michoacano Armando Escárcega Váldez, "el Patrón" dice en la FGR que lo ordenó otro michoacano: Nemesio Oseguera Cervantes "el Mencho". (p.214) ¿Descartaron algún rencor pacientemente guardado de un fanático heredero del michoacano Maciel?

Mientras tanto, otro michoacano, declara que la voz incorruptible de Ciro, su vida frugal y su andar libre, son inmortales. Su palabra es inmortal.




« Germán Martínez »