Opinión Editorial
Sin amigos
Publicación:20-08-2025
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En México, solo entre 10% y 12% de la población mantiene reuniones frecuentes con amigos, mientras que jóvenes recurren cada vez más a amistades virtuales.
La amistad enfrenta desafíos atípicos: económicos, culturales, tecnológicos y sociales.
La llamada "recesión de la amistad" se ha convertido en un concepto recurrente en el debate sociológico y mediático de los últimos años. Es una metáfora potente que describe la preocupante disminución de amistades cercanas, un fenómeno que afecta a distintas generaciones, aunque con especial fuerza a los adultos mayores.
Cada vez resulta más común –y hasta cómodo– preferir quedarse en casa o llenar la agenda con actividades que no implican socializar. Esto no solo dificulta la posibilidad de hacer nuevos amigos, sino que también afecta los vínculos que ya tenemos.
Según el Survey Center on American Life, en 1990 menos del 3 por ciento de los adultos estadounidenses decía no tener amigos cercanos. En 2021, el porcentaje se cuadruplicó, alcanzando el 12 por ciento. En paralelo, quienes aseguraban tener diez o más amigos íntimos pasaron del 33 al 13 por ciento. El tiempo compartido con amigos también se ha reducido. El American Time Use Survey muestra que, antes de 2013, las personas pasaban aproximadamente siete horas semanales con amistades; en 2021, eran menos de tres horas.
A esto se suma otro dato significativo. En Estados Unidos, el número de personas que comen solas creció un 29 por ciento en apenas dos años. De igual forma, el viaje en solitario se está consolidando como tendencia. Muchos lo eligen por autonomía, bienestar o porque no quieren esforzarse en coincidir con otros.
La tendencia se repite en otros países. En el Reino Unido, un sondeo nacional de 2025 encontró que 1 de cada 10 adultos carece de amigos cercanos. En España, en 2024, el 4 por ciento dijo no tener "amigos verdaderos" y un 65 por ciento reportó tener menos de cinco. En México, apenas el 10 por ciento de las mujeres se reúne con frecuencia con sus amistades y el 58 por ciento nunca lo hace; en los hombres, las cifras son similares: solo el 12 por ciento ve a sus amigos con regularidad, mientras que casi la mitad asegura no tener reuniones de este tipo.
Entre los jóvenes, el panorama se desplaza hacia lo virtual. El 64 por ciento de los adolescentes que han hecho nuevas amistades asegura que las conoció en línea, y el 83 por ciento afirma que las redes sociales los hacen sentir más conectados con la vida de sus amigos. Sin embargo, la calidad de esos vínculos es cuestionable: un usuario promedio de Facebook tiene unos 338 "amigos", pero solo cinco son íntimos, 15 cercanos y 150 simples conocidos. Para muchos, esas amistades virtuales resultan superficiales y carecen del apoyo emocional de una relación presencial. Encuestas en adultos jóvenes australianos confirman esta percepción: las interacciones digitales se consideran más accesibles y controlables, pero también menos íntimas y significativas que las cara a cara.
Los factores externos tampoco ayudan. La inseguridad, el tráfico, la sobrecarga de actividades y las distancias han favorecido el aislamiento. Incluso los costos económicos influyen: casi la mitad de los millennials y de la generación Z admite haber evitado reuniones sociales por falta de dinero, y hasta un 20 por ciento reconoce haber terminado amistades por diferencias en estilo de vida.
Esta recesión social tiene consecuencias serias. Está vinculada al deterioro de la salud mental y física. La soledad aumenta el riesgo de depresión, aislamiento y enfermedades cardiovasculares. En 2023, la OMS declaró la soledad como una amenaza global para la salud pública, equiparable a la obesidad o el tabaquismo. Investigaciones como las de Julianne Holt-Lunstad (Brigham Young University) demuestran que contar con vínculos sociales sólidos reduce el riesgo de mortalidad en un 50 por ciento, un efecto comparable al de dejar de fumar o mantener un peso saludable.
La evidencia también confirma que las amistades son fuente de sentido y bienestar. El famoso estudio de Harvard sobre el desarrollo adulto, con más de 80 años de seguimiento, concluye que el factor más determinante de la felicidad y la salud no es la riqueza ni la carrera profesional, sino las relaciones cercanas. Por eso universidades como Stanford han lanzado cursos como "Diseño para amistades saludables", y tanto Harvard como Yale han incorporado seminarios sobre conexión social y construcción de comunidades. Reconocen que la amistad no siempre surge de manera espontánea y como habilidad, puede aprenderse y cultivarse.
La escritora Bonnie Ware lo señala en su libro The Top Five Regrets of the Dying. Entre los lamentos más frecuentes de quienes están cerca de la muerte aparece uno profundamente sensible: "Ojalá hubiera mantenido el contacto con mis amigos".
Las amistades, además de un refugio individual, cumplen un papel comunitario: fortalecen el sentido de vecindad y de barrio, y contribuyen a la paz social. Por ello, sería deseable que nuestros gobiernos prestaran más atención a estos datos y promovieran estrategias que favorezcan los vínculos humanos. Porque, en definitiva, sin amigos, también perdemos salud, comunidad y futuro.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com
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