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La ilusión perdida

La ilusión perdida


Publicación:04-05-2025
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Todo aquello servía el propósito de Dios. Algunos fueron ave de paso, sin entender razón

Un tema de salud me impidió escribir esta semana. Les dejo dos cuentos de mi hijo. (Olga de León).

La locomotora de antaño

Carlos A. Ponzio de León

El entorno de encono era monumental. La mínima pasión por defender el punto de vista propio desataba una furia de reproches y recriminaciones. Atmósfera: candente, ardía en algunos asientos, porque el día de las elecciones se acercaba y nadie podía asegurar un pronóstico favorable para la facultad. El candidato a presidente, de la mesa directiva, era un estudiante del séptimo semestre de la carrera y su gente más cercana eran compañeros de fórmula de antaño. Atraían varias legiones de alumnos del quinto, tercero y primer semestre, pero los seguidores desaparecían entre los semestres superiores, no entre los más jóvenes. Los mayores no veían con novedad al mundo.

"Un árbol de arce es la navidad acercándose". "Un demonio endemoniado. La especie en extinción. La ilusión perdida. Una sombra canalla. El despilfarro de alegría. La uña en la orquídea. Un despojo de sueños. La agonía de la calabaza. Remolino despejado".

"El tráfico vehicular es el culebrón de la muerte". "Espiga de harina. El desgarre de la melancolía. Sombra llanto y desilusión. Esperanza de creación y recreación. Encuentro fortuito. Desarrollo agonizado. Pelambre y fuego. Catarsis de melancolía. Espasmo inhumano. Soberbia canción".

"El amanecer es la conclusión de mi día". "El ambiente de la noche. La espada y la pared. El fantasma de los años. Encuentro ergonómico. Ambivalencia sagrada. Desprendimiento de la furia. El retrato es la mirada. La comprensión del fuego".

"El escándalo".

"La catedral es el templo del perdón". "Augusta hazaña. Hipocondría eficaz. Mesura sin distancia. Copiloto de secuaces. Trascendencia infinita. Sobrevivencia Apocalíptica. Desesperanza fabricada. Hazaña inaudita. Romería de flores. Pertenencia de escamas".

"La policía es un tráfico de influencias". "Ambivalente disruptivo. Esperanza blanca. Penumbra y sueño. Ambiente socavado. Esperanza inaudita. Orquídea ineficaz. Feligrés de ensueño. Rompimiento cotidiano. Hambruna desierta. Somnolencia ecuánime. Perspicacia fresca".

La planilla se había reunido en la casa del candidato presidente. Un lugar alejado de mi casa. Pero me atreví a ir, en camión. Hice casi dos horas de camino. Un martirio la travesía. En la reunión en la sala de la casa, el candidato presentó la propuesta para remplazar a uno de los integrantes vocales. Preguntó a la gente cómo plantearlo para que aquel aceptara y no se convirtiera en enemigo. La movida no era perversa, sino amorosa. Un alumno flaco que no formaba parte de la comitiva política propuso una perversión mayor. Todos se negaron. El grupo se ofuscó. 

"Él posee las llaves de lo oculto, solo Él las conoce. Él sabe lo que hay en la tierra y en el mar. No cae una hoja sin que Él lo sepa, no hay gramo en las tinieblas de la tierra, no hay nada verde, nada seco, que no esté en una Escritura clara". (Corán 6:59).

Probablemente la gente estaba tratando de hablar sobre la Escritura de la predestinación. Sobre el libro de la vida, en cuyas páginas están registrados los nombres de aquellos quienes tienen derecho al árbol y al agua de la vida. Los predestinados a visitar eternamente el principal Jardín de la Delicia, por cuyos bajos fluyen arroyos, donde aquel: el bendito, vive junto a esposas purificadas, de hermosos pechos, siendo atendido y satisfecho por efebos de eterna juventud.

El grupo de estudiantes, al escuchar la propuesta perversa, se dio cuenta de su propia astucia. Se sintieron enorgullecidos. Comprendieron el azote de fuego, la escaramuza de la eterna flama que quema y no calcina.

El muchacho que había viajado en camión dejó la reunión y regresó a la parada del transporte público para emprender el viaje de retorno. Era un chico de poco dinero e igualmente poca cantidad de tiempo libre. Sabio: consideraba que su propio tiempo valía oro; recurso limitado para todos los seres humanos, sin importar el nivel de riqueza familiar.

"... Cualquier cosa que gastéis por la causa de Dios os será devuelta, sin que seáis tratados injustamente". (Corán 8:60).

El viaje fue largo, como serpiente emplumada de largo alcance, como rayo que se extiende de Oaxaca a Chicago. Pero la experiencia le había servido. Aprendió que al verdadero amor no le importa la astucia monetaria, porque él, el amor, también puede ser pobre. A veces es algo que no se espera y crece como fuego: es sincero e irreal. Da la vida en un instante sin pedir ningún favor, sin saber lo que es el miedo. No le importa haber sufrido cuando tiene ya lo más bello. ("Amada amante", con Roberto Carlos, en vivo).

Al final, aquella planilla estudiantil ganó las elecciones. Confabulada con El Señor, (especialista en unir poblaciones). Todo aquello servía el propósito de Dios. Algunos fueron ave de paso, sin entender razón. Inventaron la aventura llenando sus vidas para luego despedirse sin decir adiós. ("Hoy tengo ganas de ti", con Miguel Gallardo).

El espécimen dulce

Carlos A. Ponzio de León

Por estas fechas, el año pasado, ella estaba visitando talleres literarios, exposiciones en el museo Marco, teniendo citas con nuevos amigos en cafés del Barrio Antiguo. Pronto llegará el amor, pensó. También se encontraba optimista de que encontraría trabajo como actriz en alguna nueva producción. Ignoraba que, en Monterrey, es tan poco el cine que se hace, que bien vale decir que no se hace cine en la ciudad. Pero no se desanimaba y seguía con constancia las reuniones con nuevos amigos que se fabricaban a través de aplicaciones del celular. No imaginaba que la vida cultural de la ciudad se resume a cemento: a un bloque grande de cemento que sirve para arder bajo el sol; nada más.

Los meses pasaron, hasta que llegaron la Navidad y el Año Nuevo. El día treinta viajó a Allende. Había conocido a un chico en una aplicación de citas y pensó que era tiempo de salir de la urbe. Él le dijo que la invitaba a comer en su pueblo. 

Era sábado treinta de diciembre cuando condujo su auto durante una hora, con el mapa del celular que le daba indicaciones por dónde seguir hasta que llegara al destino. Y justo cuando había tomado el entronque hacia el pueblo, su celular se quedó sin batería. Se detuvo en una casa en cuya acera, había un expendio de naranjas y jugos. Preguntó a la mujer que atendía si tendría un cable para conectar a la luz, durante unos minutos, su teléfono. La mujer trajo el único cable con el que contaba. Era la medida necesaria, milagrosamente. Esperó cinco minutos y realizó una llamada al chico que la esperaba, para explicarle que se retrasaría un poco en su arribo.

Al cabo de veinte minutos decidió que era momento de continuar el camino, guiada nuevamente por la aplicación del celular. Compró un litro de jugo de naranja a la mujer que le había auxiliado.

Quince minutos más tarde, llegó al destino. Una casa de dos pisos, pintada en color crema con una cochera para dos autos, pero donde no había carros estacionados. Se detuvo junto a la acera y apenas iba a apagar el motor para descender del auto, cuando el chico abrió la puerta de la casa y salió, abrió la puerta del copiloto del auto y subió. Le pareció extraño no haber sido invitada a pasar al hogar. "¿Tienes hambre?", preguntó él. "No mucha, pero si quieres vamos a comer algo". Él la dirigió durante varias cuadras hasta que llegaron a una de las calles principales. "Vamos a aquel restaurante", le dijo él, señalando un lugar con el brazo. Dieron vuelta a la rotonda y se estacionaron junto a la acera, en batería. Se trataba de un negocio donde vendían tacos. Un changarro de mesas y sillas metálicas con el logotipo de la Coca-Cola. 

Ella ordenó un taco pirata y él tres tacos de longaniza. "Estoy muerto de hambre". No tardaron mucho en terminar con los alimentos. "¿Pedimos la cuenta?", preguntó él. Cuando la mesera la trajo, el chico dividió el total según lo que había consumido cada uno. "Son cien pesos de lo mío". Sacó su billetera y colocó un billete con esa cantidad exacta sobre la mesa. Ella abrió su bolso y pagó el resto de la cuenta. Añadió propina.

"¿Quieres ir a tomar una cerveza?", preguntó él. "¿Hay algún lugar donde podamos ir a caminar?, preguntó ella, "lo prefiero". Subieron al auto y se dirigieron a un parque. Comenzaron a dar vueltas. Él le contaba lo descontento que se encontraba con su vida. Era un chico originario de Veracruz que había terminado una relación en su pueblo natal, la cual lo había dejado devastado. Se movió a Allende porque encontró trabajo ahí, y así podía vivir con su hermana, una mujer mayor que él, quien estaba casada y vivía en la casa donde ella lo había recogido. El chico reveló rápidamente que envidiaba a su hermana, quien tenía una pareja, una casa, un auto y pronto encargaría familia. Él no tenía posibilidades, ni siquiera remotas, de nada de aquello. 

"Te voy a llevar a un lugar más turístico", le dijo él. Subieron al auto y se dirigieron al cerro del Colmillo. Anochecía y el centro histórico se veía iluminado. Llegaron a la parte más alta, donde encontraron una estatua. Frente a ellos: un barandal donde los enamorados colgaban candados como promesas del amor eterno que se hacían.

Ella sacó su celular y tomó varias fotos. Soñó que un día tendría una exposición de fotografías. Entrando el año nuevo, llevaría las imágenes a imprimir y las guardaría como recuerdo de la miseria en la que se había atorado desde hacía un año, cuando había llegado a Monterrey.

 

 



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