Opinión Editorial
El odio como política
Publicación:12-03-2025
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Cuando no existe cultura, ni la más mínima intención de reflexionar sobre la vida, se abre la puerta al fundamentalismo: al odio y el desprecio al otro
"Tengo a la gente más leal ¿Alguna vez habéis visto algo así? Podría pararme en mitad de la quinta avenida y disparar a la gente y no perdería votantes",
Donald Trump
Cuando no existe cultura, ni la más mínima intención de reflexionar sobre la vida, se abre la puerta al fundamentalismo: al odio y el desprecio al otro como forma de hacer política, bajo la ilusión de que, al eliminar al supuesto "enemigo" –a la encarnación del mal—, quedarían únicamente los buenos y entonces será el inicio de una nueva era.
Sigmund Freud escribió en su texto Psicología de las masas y análisis del yo, una aguda reflexión sobre la transformación que sufren algunas personas cuando pasan de estar solas a encontrarse envueltas en el fervor de una masa que sigue ciegamente a un líder, produciéndose un cambio del sujeto que piensa y reflexiona, cuando se encuentra en soledad, al sujeto que opera exclusivamente bajo el dominio de los ánimos exaltados a través del contagio y la imitación del fervor de la masa. Un imparable peligro de manipulación.
El miedo y el odio son afectos que son explotados igualmente por los Estados, los mercados y el crimen organizado, debido a que afectan de manera directa a las sensaciones de los ciudadanos, principalmente a su ilusión de seguridad y criterios para considerar que algo es verdadero o falso, lo que se debe pensar, hacer y comprar. Expliquemos: como el cuerpo experimenta cambios importantes de manera radical al estar presa del miedo y/o del odio, las personas tienen la tendencia a creer que eso que piensan en dicho estado es más verdadero a lo que consideran en un estado de tranquilidad. Lo mismo pasa con la sensación de enamoramiento y la risa: se cree en lo que la persona amada dice. De la misma manera existe la tendencia creer en la veracidad de alguien que se exalta, grita, atemoriza...es decir, que busca producir un impacto directamente en la sensación de seguridad, vía la ilusión (fraude) o el terror (extorsión), además de que socialmente ese estilo ha sido asociado a una persona que "sin pelos en la lengua" tiene mucho carácter y habla puras verdades. No necesariamente, a veces es un simple despliegue de escándalo.
La paradoja de nuestro tiempo consiste en que precisamente cuanto más se busca la seguridad, tolerancia y democracia más se aproximan las prácticas de los mercados y gobiernos al uso del terror y el odio como estrategia política, debido al grado de influencia y manipulación que pueden tener en los votantes y consumidores tanto el mido como la indignación. Además, dicha estrategia suele acompañarse, de manera camuflada, de un aparente deseo de protección, gracias a lo cual, para muchos, pasa desapercibida. Por eso no es raro que el fundamentalista diga que desea la paz, el amor y la prosperidad para su país, al tiempo que instrumenta una serie de políticas de verdadero despliegue de terror y violencia estructural con las cuales constriñen las vidas de la población.
« Camilo E. Ramírez »
