Cultural Literatura
Confabulario: Rosario Castellanos: los amigos del homosexual

Publicación:30-08-2025
TEMA: #Cultura
La visión crítica de Rosario Castellanos en torno a la homosexualidad abrió, sin duda, la brecha para la reflexión aguda y sin tópicos homosexistas.
CIUDAD DE MÉXICO.- Tres son los momentos importantes en la narrativa de Rosario Castellanos (1925-1974) abordando el tema homosexual
: los cuentos "Cabecita blanca" y "Domingo", pertenecientes a Álbum de familia (1971), así como el personaje 'Sergio del Castillo' de la novela póstuma Rito de iniciación (1997), donde los homosexuales viven de una manera diferente a lo estipulado por la heteronorma. Los manejos del tempo narrativo que hace Castellanos, enfocan las metamorfosis en lo concerniente a la familia como institución que ve cimbrar sus roles femenino/masculino, y, sobre todo, el papel de la mujer como vestal del hogar.
En el relato "Cabecita blanca", Rosario Castellanos aborda por primera vez la situación de la madre sobreprotectora que se hace de la vista gorda ante la homosexualidad de su hijo con el fin de no manchar su reputación. Un estudio de la moralidad hipócrita de los mexicanos es el que emplaza la autora de Álbum de familia, a cuyo corpus se adscribe "Cabecita blanca", presentando las vicisitudes de esa progenitora que se descubre capaz de todo, con tal de salvar la reputación de su hijo, evidentemente homosexual, guardando las apariencias ante el dedo instigador de la sociedad intolerante y de un padre-marido-macho mexicano y mata putos, orgullosamente ostentador de casa grande y casa chica, pero que nunca podrá enderezar a su vástago porque, "árbol que nace torcido...".
La impulsora del discurso feminista será una de las primeras escritoras en hacer aparecer en la escena literaria el papel de la madre del homosexual en la sociedad mexicana, a través de un espíritu visionario que sin falsos pudores expone, desde la farsa (pues fársicas son sus identidades), homosexualidades clasemedieras siempre atenazadas por el clóset, los prejuicios, la homofobia, la mentira sistematizada, y, por supuesto, el miedo... al qué dirán, al rechazo, al estigma, al linchamiento social y moral. Lo relevante en los cuentos de Castellanos es que por primera vez en la narrativa mexicana se le otorga un lugar protagónico a los amigos y a la familia del homosexual, pauta que habrán de seguir poco después autores como Jorge López Páez y Sergio Fernández, siendo ellos mismos homosexuales.
En "Domingo", no es la pareja homosexual, integrada por Jorge y Luis, la que toma el espacio preponderante en la narración; por el contrario, es dicha pareja la que establece nexos con el matrimonio heterosexual que componen Edith y Carlos; la que opera repercusiones concomitantes en el trayecto de la historia; vasos comunicantes entre las complejidades de las relaciones maritales heterosexuales y las propias formas de ocultamiento de la condición homosexual (aunque sea un secreto a voces), así como el perpetuo drama existencial de soledad, en el que se encuentran ambas parejas. La pareja homosexual se disuelve, la otra, debe subsistir. Y, no obstante, no ve la narradora, en ningún momento, a la pareja homosexual como ejemplo de nada, sino todo lo contrario. Amén de ello, es también la clase media la que aparece en el panorama como encarnación de las normatividades heterosexistas y/o hegemónicas, que finalmente resultan condenadas por la misma moralidad pacata e hipócrita, a la destrucción, el abandono y el fracaso. "Domingo" es un relato dinámico donde impera el diálogo, lo que conduce al lector a estar casi presenciando una pieza teatral, con sus necesarios altibajos emocionales y unos personajes tan vivos, como extraídos de un realismo chejoviano, donde el homosexual culmina reflexionando acremente sobre el "horror" de envejecer en soledad, pues entonces, ya no se podrán "encontrar más que compañías mercenarias y fugaces, caricaturas del amor, burlas del cuerpo".
Castellanos avanza, en el mismo Álbum de familia, entregando el escenario a la tan abnegada como estereotípica madre mexicana convertida en cliché, hasta el vértigo, en cientos de películas de la Época de Oro del cine mexicano que ya para los años setenta, en que se publica el libro, ha encontrado en las figuras de Sara García, Prudencia Griffel, Marga López y Amparo Rivelles, el emblema perfecto de la Cabecita blanca, de la madre que sacrifica incluso la dignidad por ver felices a sus hijos, aun cuando éstos no merezcan en absoluto la piedad maternal. Y es en los setentas, también, que la televisión encuentra un auge notorio para la sufrida madrecita mexicana, encarnada por la madre telenovelesca por antonomasia, Sylvia Derbez, que con series como Cruz de amor o Mamá Campanita se consagró en el subconsciente colectivo como la imagen de la madre mexicana, sufrida y golpeada por la vida. Madre tótem que Castellanos retrata, con deliberado aliento paródico en "Cabecita blanca", con humor negro y corrosiva crítica a los avatares de una "inmarcesible madre mexicana", Justina (desde el bautismo de dicho personaje con este nombre, Castellanos anticipa la hilaridad de su discurso narrativo), que pretende ocultar y negar ante sí misma, y ante su entorno familiar y social, la homosexualidad de su hijo, Luisito, tan manifiesta como el hecho de que él mismo, una vez independizándose del yugo familiar y del infierno a que lo somete el padre, lleva a vivir a su amante, Manolo, a su departamento de soltero, pasándolo como "criado", tan eficiente, hogareño y encantador, que se ganará las simpatías y la aceptación no expresada de Justina.
Las consecuencias de la "falta de virilidad" de Luisito serán esquivadas -aun en el melodramatismo propio de las relaciones familiares fincadas en el poder- por Justina, contándose siempre mentiras que quieren justificar al hijo, al menos frente a sí misma, aunque ello sea imposible, sobre todo cuando la ruptura de la relación de Luisito y Manolo se hace evidente por la infidelidad del "criado" en un viaje de ambos a Estados Unidos. Como consecuencia, el espectro de la familia clasemediera visualizado por la narradora, concluye con una gris y patética disolución y con la imagen tragicómica del homosexual convertido en caricatura de sí mismo, pero que se niega a ser la marioneta sensiblera de su mamacita.
Castellanos concibió un cuento que, a la fecha y paradójicamente, sigue teniendo mucha vigencia, pues la "Cabecita blanca" se niega a desaparecer del corpus social y familiar mexicano; asimismo, pese a todas las aperturas que hoy se viven en torno a la condición y los derechos civiles de los homosexuales, la homofobia y el estigma siguen existiendo y no pocas familias rechazan al pariente homosexual, sea hijo, hermano o tío..., orillándolos a vivir dobles vidas y arrastrando consigo nociones retardatarias y condenatorias, o bien simplemente relegándolos.
Tan importante resulta "Cabecita blanca" para la historia de la literatura homosexual en México, que se convertirá en el antecedente directo e inevitable de una de las narraciones icónicas LGBT+, el cuento de Jorge López Páez, "Doña Herlinda y su hijo", publicado en el suplemento Sábado de UNOmásUNO en 1980, nueve años después de que saliera a la luz "Cabecita blanca", mostrando ambos textos no pocas semejanzas tonales y anecdóticas, que salen a relucir con mayor ahínco en la película homónima de Jaime Humberto Hermosillo, filmada en 1985.
En la novela póstuma Rito de iniciación, el debate de la homosexualidad cobra tintes políticos, en el sentido de que el homosexual encarnado por el intelectual Sergio del Castillo, personaje que se inspira en el dramaturgo y narrador mexicano Emilio Carballido (1925-2008) miembro de la generación de Castellanos, se ve obligado a ocultar su homosexualidad para no ser aplastado por el intolerante medio cultural mexicano. En Rito de iniciación, la mujer será expuesta tras el vitral utilitario del homosexual que la necesita –y solicita- como pantalla, "tapadera", escudo y cómplice para ser aceptado socialmente bajo los patrones hegemónicos y no morir en el intento de enfrentar al machismo y la homofobia.
¿Castellanos se arrepintió de la denuncia moral que esgrimía su novela y prefirió no publicarla? Quizá no fuera tanto la realidad que planteaba lo que la detuvo, sino el que se tratase de una novela deliberadamente autobiográfica que, por ser tal, balconeaba a muchas personas, entre ellas a Carballido, su gran amigo e impulsor literario, y otros tantos intelectuales que tuvieron que asumir esa "doble vida" que la sociedad mexicana de su tiempo les imponía. Porque ´Sergio del Castillo´ también embonaría mucho con otro personaje real, contemporáneo de Castellanos: el escritor y académico Sergio Fernández, apenas un año menor que Rosario y colega de ella en la cátedra universitaria.
Pero, ¿y el lesbianismo? Poco habló Rosario Castellanos del lesbianismo, y cuando lo hizo fue no sólo contundente, sino sardónica, reconociendo en la mujer lesbiana, asumida, una mayor valentía (cosa que no podría aplicársele a ningún hombre homosexual de clóset) para enfrentar pragmáticamente la intolerancia machista, como demuestra en su "Kinsey Report", de "Otros poemas", en Poesía no eres tú (1972): "A los indispensables (como ellos se creen)/los puede usted echar a la basura,/como hicimos nosotras./Mi amiga y yo nos entendemos bien./Y la que manda es tierna, como compensación;/así como también, la que obedece,/es coqueta y se toma sus revanchas./Vamos a muchas fiestas, viajamos a menudo/y en el hotel pedimos/un solo cuarto y una sola cama./Se burlan de nosotras pero también nosotras/nos burlamos de ellos y quedamos a mano./Cuando nos aburramos de estar solas/alguna de las dos irá a agenciarse un hijo./¡No, no de esa manera! En el laboratorio/de la inseminación artificial."
La visión crítica de Rosario Castellanos en torno a la homosexualidad abrió, sin duda, la brecha para la reflexión aguda y sin tópicos homosexistas que surgiría con fuerza en la década de los ochenta.
En el relato "Cabecita blanca", Rosario Castellanos aborda por primera vez la situación de la madre sobreprotectora que se hace de la vista gorda ante la homosexualidad de su hijo con el fin de no manchar su reputación. Un estudio de la moralidad hipócrita de los mexicanos es el que emplaza la autora de Álbum de familia, a cuyo corpus se adscribe "Cabecita blanca", presentando las vicisitudes de esa progenitora que se descubre capaz de todo, con tal de salvar la reputación de su hijo, evidentemente homosexual, guardando las apariencias ante el dedo instigador de la sociedad intolerante y de un padre-marido-macho mexicano y mata putos, orgullosamente ostentador de casa grande y casa chica, pero que nunca podrá enderezar a su vástago porque, "árbol que nace torcido...".
La impulsora del discurso feminista será una de las primeras escritoras en hacer aparecer en la escena literaria el papel de la madre del homosexual en la sociedad mexicana, a través de un espíritu visionario que sin falsos pudores expone, desde la farsa (pues fársicas son sus identidades), homosexualidades clasemedieras siempre atenazadas por el clóset, los prejuicios, la homofobia, la mentira sistematizada, y, por supuesto, el miedo... al qué dirán, al rechazo, al estigma, al linchamiento social y moral. Lo relevante en los cuentos de Castellanos es que por primera vez en la narrativa mexicana se le otorga un lugar protagónico a los amigos y a la familia del homosexual, pauta que habrán de seguir poco después autores como Jorge López Páez y Sergio Fernández, siendo ellos mismos homosexuales.
En "Domingo", no es la pareja homosexual, integrada por Jorge y Luis, la que toma el espacio preponderante en la narración; por el contrario, es dicha pareja la que establece nexos con el matrimonio heterosexual que componen Edith y Carlos; la que opera repercusiones concomitantes en el trayecto de la historia; vasos comunicantes entre las complejidades de las relaciones maritales heterosexuales y las propias formas de ocultamiento de la condición homosexual (aunque sea un secreto a voces), así como el perpetuo drama existencial de soledad, en el que se encuentran ambas parejas. La pareja homosexual se disuelve, la otra, debe subsistir. Y, no obstante, no ve la narradora, en ningún momento, a la pareja homosexual como ejemplo de nada, sino todo lo contrario. Amén de ello, es también la clase media la que aparece en el panorama como encarnación de las normatividades heterosexistas y/o hegemónicas, que finalmente resultan condenadas por la misma moralidad pacata e hipócrita, a la destrucción, el abandono y el fracaso. "Domingo" es un relato dinámico donde impera el diálogo, lo que conduce al lector a estar casi presenciando una pieza teatral, con sus necesarios altibajos emocionales y unos personajes tan vivos, como extraídos de un realismo chejoviano, donde el homosexual culmina reflexionando acremente sobre el "horror" de envejecer en soledad, pues entonces, ya no se podrán "encontrar más que compañías mercenarias y fugaces, caricaturas del amor, burlas del cuerpo".
Castellanos avanza, en el mismo Álbum de familia, entregando el escenario a la tan abnegada como estereotípica madre mexicana convertida en cliché, hasta el vértigo, en cientos de películas de la Época de Oro del cine mexicano que ya para los años setenta, en que se publica el libro, ha encontrado en las figuras de Sara García, Prudencia Griffel, Marga López y Amparo Rivelles, el emblema perfecto de la Cabecita blanca, de la madre que sacrifica incluso la dignidad por ver felices a sus hijos, aun cuando éstos no merezcan en absoluto la piedad maternal. Y es en los setentas, también, que la televisión encuentra un auge notorio para la sufrida madrecita mexicana, encarnada por la madre telenovelesca por antonomasia, Sylvia Derbez, que con series como Cruz de amor o Mamá Campanita se consagró en el subconsciente colectivo como la imagen de la madre mexicana, sufrida y golpeada por la vida. Madre tótem que Castellanos retrata, con deliberado aliento paródico en "Cabecita blanca", con humor negro y corrosiva crítica a los avatares de una "inmarcesible madre mexicana", Justina (desde el bautismo de dicho personaje con este nombre, Castellanos anticipa la hilaridad de su discurso narrativo), que pretende ocultar y negar ante sí misma, y ante su entorno familiar y social, la homosexualidad de su hijo, Luisito, tan manifiesta como el hecho de que él mismo, una vez independizándose del yugo familiar y del infierno a que lo somete el padre, lleva a vivir a su amante, Manolo, a su departamento de soltero, pasándolo como "criado", tan eficiente, hogareño y encantador, que se ganará las simpatías y la aceptación no expresada de Justina.
Las consecuencias de la "falta de virilidad" de Luisito serán esquivadas -aun en el melodramatismo propio de las relaciones familiares fincadas en el poder- por Justina, contándose siempre mentiras que quieren justificar al hijo, al menos frente a sí misma, aunque ello sea imposible, sobre todo cuando la ruptura de la relación de Luisito y Manolo se hace evidente por la infidelidad del "criado" en un viaje de ambos a Estados Unidos. Como consecuencia, el espectro de la familia clasemediera visualizado por la narradora, concluye con una gris y patética disolución y con la imagen tragicómica del homosexual convertido en caricatura de sí mismo, pero que se niega a ser la marioneta sensiblera de su mamacita.
Castellanos concibió un cuento que, a la fecha y paradójicamente, sigue teniendo mucha vigencia, pues la "Cabecita blanca" se niega a desaparecer del corpus social y familiar mexicano; asimismo, pese a todas las aperturas que hoy se viven en torno a la condición y los derechos civiles de los homosexuales, la homofobia y el estigma siguen existiendo y no pocas familias rechazan al pariente homosexual, sea hijo, hermano o tío..., orillándolos a vivir dobles vidas y arrastrando consigo nociones retardatarias y condenatorias, o bien simplemente relegándolos.
Tan importante resulta "Cabecita blanca" para la historia de la literatura homosexual en México, que se convertirá en el antecedente directo e inevitable de una de las narraciones icónicas LGBT+, el cuento de Jorge López Páez, "Doña Herlinda y su hijo", publicado en el suplemento Sábado de UNOmásUNO en 1980, nueve años después de que saliera a la luz "Cabecita blanca", mostrando ambos textos no pocas semejanzas tonales y anecdóticas, que salen a relucir con mayor ahínco en la película homónima de Jaime Humberto Hermosillo, filmada en 1985.
En la novela póstuma Rito de iniciación, el debate de la homosexualidad cobra tintes políticos, en el sentido de que el homosexual encarnado por el intelectual Sergio del Castillo, personaje que se inspira en el dramaturgo y narrador mexicano Emilio Carballido (1925-2008) miembro de la generación de Castellanos, se ve obligado a ocultar su homosexualidad para no ser aplastado por el intolerante medio cultural mexicano. En Rito de iniciación, la mujer será expuesta tras el vitral utilitario del homosexual que la necesita –y solicita- como pantalla, "tapadera", escudo y cómplice para ser aceptado socialmente bajo los patrones hegemónicos y no morir en el intento de enfrentar al machismo y la homofobia.
¿Castellanos se arrepintió de la denuncia moral que esgrimía su novela y prefirió no publicarla? Quizá no fuera tanto la realidad que planteaba lo que la detuvo, sino el que se tratase de una novela deliberadamente autobiográfica que, por ser tal, balconeaba a muchas personas, entre ellas a Carballido, su gran amigo e impulsor literario, y otros tantos intelectuales que tuvieron que asumir esa "doble vida" que la sociedad mexicana de su tiempo les imponía. Porque ´Sergio del Castillo´ también embonaría mucho con otro personaje real, contemporáneo de Castellanos: el escritor y académico Sergio Fernández, apenas un año menor que Rosario y colega de ella en la cátedra universitaria.
Pero, ¿y el lesbianismo? Poco habló Rosario Castellanos del lesbianismo, y cuando lo hizo fue no sólo contundente, sino sardónica, reconociendo en la mujer lesbiana, asumida, una mayor valentía (cosa que no podría aplicársele a ningún hombre homosexual de clóset) para enfrentar pragmáticamente la intolerancia machista, como demuestra en su "Kinsey Report", de "Otros poemas", en Poesía no eres tú (1972): "A los indispensables (como ellos se creen)/los puede usted echar a la basura,/como hicimos nosotras./Mi amiga y yo nos entendemos bien./Y la que manda es tierna, como compensación;/así como también, la que obedece,/es coqueta y se toma sus revanchas./Vamos a muchas fiestas, viajamos a menudo/y en el hotel pedimos/un solo cuarto y una sola cama./Se burlan de nosotras pero también nosotras/nos burlamos de ellos y quedamos a mano./Cuando nos aburramos de estar solas/alguna de las dos irá a agenciarse un hijo./¡No, no de esa manera! En el laboratorio/de la inseminación artificial."
La visión crítica de Rosario Castellanos en torno a la homosexualidad abrió, sin duda, la brecha para la reflexión aguda y sin tópicos homosexistas que surgiría con fuerza en la década de los ochenta.
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