Cultural Literatura
Hablar con extraños

Publicación:13-03-2025
TEMA: #Literatura
¿Qué buscamos en un amigo? Esa pregunta ha atormentado a filósofos, artistas, intelectuales, psicólogos y antropólogos a lo largo de las centurias
"No hables con extraños" es la advertencia que escuchamos al momento inicial de salir, durante la infancia, de casa por cuenta propia. Forma de protección... y de exclusión. Cuando nos hacemos del primer amigo o amiga rompemos ese pacto fundacional. Porque la amistad implica correr el riesgo: hablar con extraños y dejar de ser nosotros para ser un poco los demás. ¿Qué buscamos en un amigo? Esa pregunta ha atormentado a filósofos, artistas, intelectuales, psicólogos y antropólogos a lo largo de las centurias. Desde Platón hasta Derrida, desde Homero hasta Borges. "... yo preferiría un amigo a todo el oro de Darío y a Darío mismo", les confiesa Sócrates a Lisis y a Menéxeno en la palestra de Míccos en el célebre diálogo platónico sobre el tema. Lo cierto es que ni la intuición de Platón ni la lógica de Aristóteles ni la retórica de Cicerón lograron descifrar completamente el misterio: ¿por qué buscamos relacionarnos con personas ajenas a los círculos familiares, religiosos, económicos o políticos? No adelantaron mucho, tampoco, pensadores, psicoanalistas ni sociólogos de la modernidad; mucho menos los "opinólogos" de los días que corren.
Hace unas semanas leí el ensayo de la filósofa catalana Marina Garcés La pasión de los extraños. Una filosofía de la amistad. Garcés no sólo se pregunta por su sentido, sino por su historia y, sobre todo, por su problemática constitución: "la amistad es un espacio de relaciones tan inquietante como temible, afectado por un deseo y por un miedo que escapan a lo que podemos llegar a nombrar: el deseo de ser amados y el miedo a no serlo". Acaso no haya mayor aventura en nuestra existencia. Pensémoslo bien. Es una instancia que cruza (y disuelve) lo privado y lo público, lo social y lo individual, los géneros y las orientaciones, las generaciones y las clases sociales. Un tipo de relación que ha evolucionado a lo largo de la historia (del ágora griega, donde sólo los hombres libres podían discernir sobre los "valores" de la amistad, hasta el mundo virtud donde se suele equiparar a los seguidores de una página con los amigos) y ha estado presente en todos los momentos fundamentales de la humanidad. Detrás de cada acontecimiento humano hay una red secreta de amistades.
El punto de partida de su ensayo es demoledor: a diferencia del amor, la paternidad (y la maternidad), la religión, la propiedad y un variado etcétera, la amistad no cuenta con una legislación; esto no quiere decir, empero, que carezca de normas: al contrario, cada amistad establece las suyas. En lugar de idealizarla y colocarla en el altar de las conductas invariables, para la ensayista es fundamental vivirla como problema, es decir, estar al tanto de su fragilidad: "Contamos con que las parejas pueden romperse, que los hijos, si los hay, se marcharán, que los trabajos cambian... pero que, en cambio, los amigos siempre están y estarán allí. Si lo pensamos bien, sin embargo, los amigos y las amigas son lo menos seguro de nuestras vidas: nada pide que existan".
Vuelvo a preguntar: ¿qué buscamos en los amigos? ¿Alguien mejor que nosotros? ¿Un igual? ¿Alguien diferente? Garcés apela a la historia no escrita de la amistad: en ella se confirma su presencia, pero también su mutación permanente. En la actualidad, y tras las crisis padecidas en las "formas tradicionales" de relacionarnos (el amor, la pareja, la familia), se ha abusado de ella y se le ha visto como vía para la autoayuda y la superación personal. ¿La amistad como un medio, como una herramienta? Esto contradice una de sus pocas constantes: el elemento de verdad (el amigo o la amiga no nos dirá lo que queremos oír, sino lo que, en su opinión, necesitamos escuchar) y el hecho de entenderla como un fin en sí misma. La pasión es el elemento insustituible y va por encima de las emociones individuales (tan explotadas por el capitalismo tardío y las teorías posmodernas). Por eso, de vez en cuando, hay que atreverse a hablar con los extraños.
« El Porvenir / César López »