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Mick Jagger y los Óscares

Publicación:09-03-2025
TEMA: #Agora
El aplauso con que fue recibido su satánica majestad me confirmó no estar sola en mi alegría
¿Por qué nos produjo una grata sorpresa que Jagger fuera uno de los invitados a entregar premios en la ceremonia de los Oscares?, ¿o estaré hablando por mí? A juzgar por lo que algunos comentaristas luego reprocharon, que si la canción que debería haber ganado era la de Elton John porque qué tal la reunión de Jagger y John ahí en el escenario. Histórica, dijeron. El aplauso con que fue recibido su satánica majestad me confirmó no estar sola en mi alegría. Lo he constatado cuando he asistido a los conciertos de los Rolling Stones en México. A todos. No estoy sola en la devoción a las Piedras Rodantes, en el tributo popular a Mick Jagger, a Keith Richards, a Charlie Watts que se nos fue, o a Ronnie Wood.
El desparpajado Mick apareció de repente con esa delgadez, caderas muy estrechas y un torso largo como el pelo enmarcando su rostro rudo y cálido. Sexy. Jagger y su gran boca alardeando que él no era el que debía estar ahí pero que Bob Dylan quería alguien más joven y que, bueno, él era más joven que Dylan. Y todos riendo. Siempre será más joven que muchos. Y nos vuelve eternos jóvenes al resto; a la que lo descubrió en un LP importado regalo de un tío. Esa portada con efecto psicodélico: Simpatía por el diablo y la otra de cuatro rostros fuera de foco: Between the buttons. A qué canija manera de entrar en la emoción de una, en el cuerpo movido del ritmo de una, en el coraje y la arrogancia de ser joven y poseer el mundo y encontrar una identidad planetaria en la música.
Vuelvo a leer la novela breve de Irène Némirovsky: El ardor de la sangre, el protagonista Silvio se expresa así de la condición juvenil respecto al amor: La carne se conforma con poco. Pero el corazón es insaciable; el corazón necesita amar, desprenderse, arder en cualquier fuego... Eso era lo que queríamos. Arder, consumirnos, devorar nuestros días como el fuego devora los bosques. La autora nacida en Kiev lo escribió probablemente en 1941, un año antes de su asesinato en Auschwitz. Tenía 39 años. Sus hijas encontraron el manuscrito y fue publicada postumamente. Entre otros asombros, la novela me acompaña para entender el paso del tiempo en nosotros y el regocijo de los referentes generacionales.
En una misma ceremonia, la película —una más— sobre Bob Dylan que nunca se acaba y cuya canción dio nombre al grupo de Jagger, la actriz que representó a Joan Baez nominada, pisamos una época de la que fuimos testigos recién despuntando adolescencia. Al mismo tiempo que en la escena urbana surgían las peñas, la quena y la música de protesta de los países americanos, el rock en inglés y algunos destellos del rock en español como el Three souls in my mind que luego abrazó su afortunado apodo en español El Tri, llegaban para quedarse. Para volverse clásicos. Entonces y ahora me sentía más representada por la rebeldía de ser joven y tener una voz que por la canción de protesta con su demanda de justicia, que era justa y necesaria. Pero no me pongo solemne porque me aburre como lo hacen quienes creen poseer la verdad, denostar a los que no piensan como ellos y entonces me da por pensar que el rock, más emocional, libre y sensual, con su rodilla bien puesta en el blues, se alimenta de los goces y dolores de la vida y crea identidad. No tiene mensaje. La novela de Nemirovsky tampoco, la historia de su vida sí. Un oprobio histórico, una atrocidad de magnitudes innombrables que nos devuelve la cara más oscura del proceder humano.
Jagger es el espíritu de una época. Cuando pensábamos que el mundo necesariamente sería mejor, que la tolerancia, la inclusión, el respeto a la diferencia, ser y permitir ser al otro, dialogar, la libertad sobre nuestro cuerpo y maternidad era el puerto al que había que llegar. Se acabarían las guerras, las dictaduras, la pobreza, la desigualdad, la inequidad. ¿Recuerdan? Las mujeres y los hombres seríamos compañeros. Ellas, nosotras, no seríamos objetos y menos cadáveres.
Románticos empedernidos escuchamos As tears go by, compuesta por Jagger y Richards para que la cantara Marianne Faithful (fallecida hace muy poco), conmovidos por la inocencia infantil que se topará con un mundo incierto. Ver a Mick Jagger refrescó la piel joven del entusiasmo desconcertada en estos tiempos insospechados.
« Mónica Lavín »