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ChatGPT te puede hacer más tonto... o más listo

Publicación:09-04-2025
TEMA: #Software
La facilidad con la que la IA ofrece soluciones puede fomentar una dependencia.
Antes, buscar significaba adentrarse en la incertidumbre, perderse entre textos, conectar ideas. Hoy, basta con preguntar para recibir una solución inmediata, generalmente pulida, aunque no siempre perfecta. Pero en esa inmediatez accesible se esconde también una pregunta incómoda: ¿qué estamos ganando realmente cuando dejamos de buscar? ¿Y qué estamos perdiendo? El impacto de herramientas como ChatGPT en nuestra forma de pensar podría ser más profundo —y más ambiguo— de lo que parece a simple vista.
La reflexión ha surgido a partir de un comentario de Víctor Riparbelli, CEO de Synthesia, quien en un reciente hilo de X ha recogido una observación intrigante atribuida a OpenAI. Según sus palabras, ChatGPT tiende a «hacer más tonta» a la mayoría de las personas... pero también puede hacer «más listas» a aquellas que saben usarlo de manera estratégica. Una afirmación provocadora que pone el foco no tanto en la herramienta, sino en el tipo de relación que establecemos con ella.
Según Riparbelli, OpenAI ha observado que los usuarios que delegan constantemente en ChatGPT tareas básicas de razonamiento o generación de ideas terminan por debilitar su capacidad crítica y su autonomía intelectual. La facilidad con la que la IA ofrece soluciones puede fomentar una dependencia cómoda, donde el usuario acepta respuestas sin cuestionarlas, diluyendo su propio proceso de análisis y reflexión. Esta dinámica, en el largo plazo, puede traducirse en un deterioro de habilidades cognitivas esenciales como el pensamiento crítico, la resolución de problemas o la creatividad.
Sin embargo, el mismo fenómeno muestra otra cara para quienes utilizan ChatGPT como una herramienta de apoyo, no como un sustituto del esfuerzo intelectual. En manos de usuarios activos, que preguntan, contrastan, refinan y construyen sobre las respuestas de la IA, la interacción puede actuar como un acelerador cognitivo. ChatGPT se convierte entonces en una extensión del pensamiento, un catalizador que impulsa nuevas ideas, organiza información compleja o permite explorar ángulos que quizá no se habrían considerado en solitario. La diferencia, al final, no reside en la máquina, sino en la actitud del ser humano que la utiliza.
Esta dualidad plantea interrogantes importantes sobre el futuro de la educación, el trabajo y el desarrollo personal en un mundo crecientemente mediado por inteligencias artificiales. No basta con aprender a usar las herramientas: será crucial aprender a no «ser usado» por ellas. Entender cuándo una ayuda externa potencia nuestras capacidades y cuándo, en cambio, nos acomoda en la pereza mental, puede convertirse en una competencia clave en los años venideros.
Me resulta inevitable pensar que, igual que ocurrió con las calculadoras o los buscadores de Internet, el debate sobre ChatGPT y nuestra inteligencia está menos relacionado con la tecnología en sí misma que con nuestra voluntad de seguir aprendiendo y pensando por nosotros mismos. Quizá, en última instancia, la verdadera pregunta no sea si ChatGPT nos hace más listos o más tontos, sino si sabremos construir una relación madura con las inteligencias que hemos creado. Una relación que, como todas las importantes, requiere atención, esfuerzo y una buena dosis de autoconciencia. Y algo más de filosofía, ya que estamos.
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