Opinión Editorial
Incapaces
Publicación:20-03-2025
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A todos nos ha ocurrido, de pronto llegas y ves cómo un vehículo despeja un espacio y no te percatas de que ya antes estaba esperando otro conductor
"Para algunas cosas disponemos de un talento natural; otras hay que
aprenderlas. Algunas cosas, sencillamente, somos incapaces de hacerlas"
Sidney Lumet
El altercado entre dos conductores de vehículos que pelearon a golpes en un estacionamiento en San Pedro y que terminó cuando uno de ellos intentaba escapar mientras el otro se subió al cofre y fue llevado en él por varios metros hasta que cayó de la unidad, nos deja muchas lecciones.
De entrada la increíble facilidad con la que se encienden los ánimos en nuestro tiempo. Ya nadie aplica la cortesía al conducir, todo parece una guerra, una lucha, unos por meterse "a la brava" sin hacer fila en un carril y otros a no dejarse; muchos detienen el tráfico de toda una avenida porque se la nada se frenan ya que se dan cuenta de que quieren dar vuelta hacia un lado y "me valen gorro los demás, espérenme que primero soy yo". Otros, como en el caso que nos ocupa, elevan el tono de la discusión al pelear por un lugar de estacionamiento.
A todos nos ha ocurrido, de pronto llegas y ves cómo un vehículo despeja un espacio y no te percatas de que ya antes estaba esperando otro conductor; en lo personal me ha tocado en las dos vertientes, he sido el ofensor y también el ofendido y cuando me he percatado de mi error he metido la reversa y le he dejado el lugar a quien llegó antes, aunque ni con eso en ocasiones te salvas de recibir el fuego de la "Mirada 14" y hasta un "viejo tontejo" que alcanzas a medio escuchar.
Más allá de la irascibilidad que se vive en nuestra metrópoli, me llama la atención la incapacidad de los guardias de seguridad de la plaza comercial que nada pudieron o supieron hacer para detener la reyerta y aplacar a los rijosos.
Y cuando te detienes a pensar en eso, te das cuenta de que la mayor parte de los guardias que vemos en negocios e instituciones son personas impreparadas a las que únicamente les han dado un uniforme y casi ninguna instrucción de qué hacer, de manera que todo lo dejan a su criterio el cual, puede ser bastante disparejo.
Ayer, sin ir más lejos, acudí a una tienda a adquirir un equipo y para salir tienes que entregarle al "guardia", un ticket que ampara las mercancías que sacas del local. La verdad es que la imagen de aquel señor ya muy mayor, que encorvado y sentado en una silla frente a una mesa, no impone ni temor, ni respeto y lo atiendes por costumbre, por seguir las reglas, pero nada más.
Los ves en el súper, en un comercio, en el estacionamiento. Flacos, gordos, jóvenes, viejos, roperotes o esqueléticos, con ropas que les vienen chicas, grandes, holgadas o apretadas, pero que deben portar porque así se los exigen, para brindar una imagen y la inmensa mayoría tiene como única el ponerse ceremoniosos y hablarte con algo que quiere asemejarse a un tono de autoridad: "No hago eso, no está permitido, estaciónese allá".
Por ellos mismos, pero también por nosotros, sería ideal el profesionalizar el servicio, el capacitarles, el darles herramientas, porque con el nivel de violencia que padecemos son carne de cañón, son seres mucho más indefensos que el resto dado que el uniforme los marca como blancos a los que es necesario someter.
El par de guardias gorditos de ayer en el estacionamiento de San Pedro no son la excepción y nada pudieron hacer entre los dos pugilistas y cuando lo intentaron duraron nada en ello al verse rebasados, optando por mejor dejar que el pleito y sus consecuencias siguieran su curso.
Algo habrá qué hacer.
« Francisco Tijerina Elguezabal »
