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Opinión Editorial


Suicidios


Publicación:10-09-2025
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Cada suicidio posee una historia singular, una vida y voz silenciadas bajo la forma de un acto irreversible

No estamos hechos para morir, sino para nacer

Hannah Arendt

Cada suicidio posee una historia singular, una vida y voz silenciadas bajo la forma de un acto irreversible, sus razones son diversas y singulares; algo que aspiraba a la expansión, a la expresión y realización y, que en cambio —por propia voluntad, y por las razones que siempre se nos escaparán— ha llegado a su fin. Quienes sobreviven a quien se quitó la vida, amigos y familiares, buscando algo de consuelo, tienen la ardua tarea de descifrar algo del porqué a través del cómo. El silencio permanece entre las múltiples opciones del "por qué no mejor no nos dijo/buscó ayuda..." que se expresan posteriormente.

La muerte, nuestra finitud, nos introduce de lleno en el contexto del sentido de vida, es decir, en lo que implica y significa para cada persona existir. Y es, precisamente, en la encrucijada del límite de la existencia dónde se redimensiona el tiempo, así como su necesaria posición ética: la decisión creativa y responsable a cada momento. "Estamos condenados a ser libres" (Sartre) lo cual siempre plantea la posibilidad de hacer algo diferente con aquello que ha sucedido. Hay quienes lo consiguen y hay quienes lamentablemente no pueden "darle la vuelta a la página"; por lo tanto, buscar ayudar ya es el inicio del comienzo, la ocasión para renacer.

Podríamos decir, y guardando las respectivas diferencias singulares de cada caso, que quien busca matarse, suicidarse, en verdad desea ser liberado, salvado, de aquello mismo que le hace pensar en querer morir, sólo que en ciertos momentos no lo puede ver del todo tan claramente. Es parte de su sufrimiento, de su paradoja, del grito desesperado de ayuda, algo que en ocasiones se puede detectar a tiempo y darle otro tratamiento, una solución con otras opciones, más creativas y menos dolorosas.

Los suicidios se originan en problemáticas personales, familiares y sociales, que señalan con contundencia un fracaso del contexto y redes de apoyo: el de poder ofrecer a cada vida singular la posibilidad de expresarse, de poder legitimar un estilo de vida propio. Esto sucede, en gran medida, por el tsunami de lo políticamente correcto, de la moral del deber ser, de la educación a la que le impone la empresa sus lógicas y competencias, quedando la escuela suprimida en su vocación, reducidos los directivos, maestros y políticos a simples vendedores que buscan el lucro a toda costa; al tiempo que se deja al joven, futuro adulto, fuera de esa normalidad que se impone, quien, al no encontrar espacio en ese séquito de operarios, no ve la salida, no encuentra un sentido singular en donde sostenerse y expresarse. Por lo que un tratamiento de los malestares psicológicos, afectivos y laborales que una persona puede estar padeciendo y que le hacen considerar en la posibilidad de la muerte como única salida, siempre implica la legitimación de su estilo de vida singular, del reconocimiento de su sufrimiento, pero también, del que pueda darse cuenta, advertir, que hay algo —un sentido singular de vida— que necesita ser reconocido y, sobre todo, expresado, a fin de no quedar aplastado bajo el peso del "lo que se debe hacer" que produce un malestar mayor, reduciendo las posibilidades de vida en lugar de ampliar las opciones y horizontes.





« Camilo E. Ramírez Garza »