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El escape incierto

Publicación:24-08-2025
TEMA: #Agora
¿Habrá lectores para un texto como el que me está apareciendo en la página en blanco?
La animosidad errante
Carlos A. Ponzio de León
Susana le dijo a su esposo que saldría con sus amigas a cenar, como todos los miércoles, desde hacía dos años.
Subió a su auto y se dirigió al Salón del Valle. Un recinto donde cada miércoles, a partir de las ocho de la noche, se reunían hombres y mujeres a bailar y tomar una copa de vino. Llevaba veinte meses mintiéndole a su marido, diciéndole que salía a cenar con amigas. Danzaba mambos y salsa con la misma pareja, un hombre agraciado físicamente quien nunca se había casado y rondaba, como ella, los cuarenta años. Se encontraban únicamente ahí. Él respetaba el hecho de que Susana estuviera casada. Jamás se atrevió a proponerle algo más que no fuera bailar hasta las once de la noche, momento en que ella regresaba a su casa.
Aquella cita se había convertido en una costumbre que Susana había adquirido con su amiga Imelda. La primera vez, ambas escaparon de sus casas so pretexto de la cena, para acudir en realidad al baile. Encontraron pareja esa misma noche y desde entonces, regresaron a la aventura. Su amiga, con el tiempo, tuvo varios encuentros con su pareja de baile, fuera del salón, en moteles en la carretera, lejos de la ciudad.
Hasta que una noche, la situación fue distinta. Imelda había fallecido tres semanas antes, en un accidente automovilístico. La noticia destrozó a Susana. y en un ataque de venganza contra la vida, decidió regresar al Salón del Valle; ahora sola.
Divisó a Pedro, su pareja de baile, del otro lado del salón. Rápidamente cruzó la pista y se precipitó hasta él, para recargarse en su pecho y soltar el llanto. Pedro no sabía qué hacer, qué decir. Con los brazos caídos, aguardó unos segundos hasta que... finalmente la abrazó. "Vamos afuera", le dijo él.
Salieron bajo el cielo inmenso de gracia, de dolor infranqueable, con tormenta poderosa, inundada por charcos blancos de nieve almendrada. "Lo siento", le dijo él. "La extraño tanto", respondió ella. "Es bueno que hayas venido", afirmó él abrazándola, para luego continuar: "te extrañé." Ella fijó sus ojos en los de él mientras su corazón latía como relámpago enjaulado bajo la estratósfera. El cielo resplandeció por un instante y ella acercó, poco a poco, sus labios a los de él, como copo de nieve que baja suavemente, a punto de deshacerse al tocar los pétalos de lirios. "Quiero hacerte el amor", le dijo él. Ella bajó su mirada y se sonrojó. Observó sus zapatos. Se llevó una mano al cabello y luego se rozó una mejilla. "¿En dónde?", preguntó.
Llegaron a un hotel del centro.
Pedro pidió la habitación mientras Susana esperó a unos metros de distancia, leyendo revistas junto a un estante. Tomaron el ascensor al segundo piso. Caminaron por el pasillo. Él cargaba con una mochila en la espalda. Abrieron la puerta y encendieron una luz al fondo del cuarto. Él la abrazo como el sol abraza el amanecer, como la luna adormece las estrellas. Comenzó desvistiéndola de arriba a abajo, sin plegaria de por medio, besándola como se besa el triunfo, con besos que sabían a majestuosidad. Con espada y bayoneta, asaltó su cuerpo como quien roba un racimo de suspiros o toma agua para la vida, como moribundo que ha renacido.
La cama se volvió un espanto de luciérnagas, cientos de ellas brillando bajo el ritmo de las olas, simultáneos trozos de alabastro que se vuelven polvo: el latido coordinado de los amantes, empoderados por un sueño retrasado... finalmente consumado.
Sus brazos eran barcos navegando sobre el azul brillante de la noche, bajo el relámpago de caricias que vertiginosas, ampliaban el brote de los poros de la piel, descubriendo huertos de frutos nunca vistos, con sabores milagrosos, antiguos caminos de rodeo, renovados para una carrera de caballos. La noche se abría como bulbo de pétalos que, al respirar, ensanchaba sus propias alas.
Los cuerpos se agitaron sin cesar. El encanto devoró sus miradas. El viento: absorto por las respiraciones violentas. Los pulmones se llenaron de cálido humo invisible, sonoro retumbar con que las lámparas, espejos y paredes temblaron. Él cayó como espuma derramada sobre arena. "No te salgas", dijo Susana.
Luego se le quedó mirando directamente a los ojos, enloquecida de placer. "¿Quién eres, que estoy tan enamorada de ti?", preguntó. "Un poeta", respondió él. Alcanzó su mochila sobre la silla y extrajo un libro: La Flores del Mal, de Charles Baudelaire, en la traducción de Jacinto Luis Guereña. "Ábrelo", dijo él. "La Destrucción", leyó ella y continuó con el soneto completo. "Te voy a decir un secreto", dijo él, "esta línea debería decir: "así lo conduzco, lejos de la mirada de Dios". Y así: Yo, retiro un sello del poema de Baudelaire.
Hay de Citas a Citas
Olga de León G.
Hoy viernes, es decir, antier, de acuerdo con la fecha cuando estas líneas verán la luz del día: el domingo 24 de agosto de 2025, asistí a una cita sobre Nutrición, con alguien que tiene todo lo que necesita un excelente profesional para proyectar confianza y empatía con sus pacientes.
Por lo menos, en mi caso, ella, la licenciada en Nutrición tiene todo cuanto yo desearía poder presumir en estos momentos de mi vida: esbelta, o al menos delgada... digamos veinte kilos menos de los que peso (aunque me conformaría con perder diez o doce más de los que ya me tumbé (casi 6, ¡en cinco meses!; voy "raudo y veloz"), La Nutrióloga también tiene un carácter paciente y de moderado entusiasmo, nada para pegar de brincos y saltos por cualquier cosa, pero sí para animarme a creer en mí misma, en mis capacidades y posibilidades.
Invariablemente, me pide subir a la báscula, revisa la masa muscular y otras monerías, después de haber abierto en línea la carpeta con mi registro y los datos anteriores. Acto seguido, se sienta frente a su ordenador y exclama pausada y tranquilamente, viéndome de frente: ¡Va usted muy bien! Sigue bajando... A lo que yo respondo, sí, pero muy poco, solo un kilo y cuatrocientos gramos: ¡en seis semanas! No importa, lo importante es que no subió y sigue aumentando su masa muscular y perdiendo grasa. Pronto estará en mejor peso para las intervenciones quirúrgicas que tiene en puerta... Sonrío.
Y pienso, sí, ya quisiera que pasara el tiempo y esté librando la primera batalla. Me siento bien y en mis resultados de laboratorio, todo me salió normal. Será un gran alivio para mí, irme quitando preocupaciones: Pienso, mientras en mi cerebro se me asoman los demás pendientes: cambiar llantas a mi carrito, tapizar las puertas del mismo, buscarle la guantera (se quebró), llevarlo a la afinación mayor (afortunadamente el taller donde suelo llevarlo, me queda muy cerca, a unas cuantas cuadras de casa); y, muy importante, hacer la cita de radiodiagnóstico para estudio de abdomen total que me ordenó el urólogo del hospital; y otras monerías por el estilo...
¿Habrá lectores para un texto como el que me está apareciendo en la página en blanco? O, de plano debo darle un giro y volver a la ficción. No sé, porque luego hasta lo inventado, la ficción o lo que salga de mi imaginario, algunos lectores piensan que me sucedió a mí. Quizá, ya puesta en las cosas cotidianas, los aconteceres de la vida, lo que a cualquiera le puede suceder, podrá gustarles leerlo, y hasta habrá quien se identifique. ¡Ojalá!, a eso le apostaré hoy.
Por cierto, últimamente, los sueños que he tenido los últimos días me han dejado un tanto inquieta. Sueño con mucha fuerza que tengo vivencias muy desagradables. Pensando en ello, llego a la conclusión de que la programación de la cartelera televisiva es muy mala y causa trastornos en el cerebro y en el sueño.
Aunque aparentemente no veo mucho la caja idiotizadora, al final de la noche me quedo frente a la TV mientras me limpio el rostro, me lavo los dientes y me corto o limo las uñas... Y, como todas las mujeres que podemos hacer más de una cosa a la vez, aunque sin proponérmelo, estoy escuchando y viendo de reojo algunas escenas realmente aterradoras o muy desagradables. Lo sé, debo ponerle remedio a eso, pues las pesadillas no me inspiran para escribir.
Permítaseme esta extensa interrogante retórica: ¿Qué ha traído de bueno para el sano desarrollo y crecimiento de niños, adolescentes y adultos mayores, (sujetos a la TV en esta época de su vida), lo que ofrece la programación televisiva? Nada, por el contrario, está asesinando la creatividad, anula la imaginación y niega de facto el poder de la mente de los sujetos que atrapa y mantiene cautivos como máquinas robóticas.
Por otra parte, alguien me escribió una frase que parecía preocuparle no fuera bien entendida, me decía en intercambio de ideas, por texto: Olga, en nuestra edad permanecer ya es un logro importante, porque: "Algunas veces no solo crecemos, sino que sobrevivimos. Y lo que resulta después de eso, merece mucho amor y respeto". Totalmente de acuerdo, ingeniero.
Y, déjenme añadir, que en esto de la sobrevivencia, las mujeres somos expertas. Hemos sobrevivido a muchos embates de la vida, del destino y, a veces, hasta de nuestros compañeros de vida que no ven más allá de lo que muestra la película; no todos, pero muchos, no anticipan resultados de la basura que sus hijos están comiendo por ojos y oídos... Quizá porque ellos no le han prestado atención a lo que vende la televisión, o piensan que sus hijos son listos y no absorben basura: ¡garrafal error! Hagamos ya, hoy mismo, una cita con nuestros hijos y seamos muy creativos para lograr alejarlos de esta realidad del mundo virtual actual: tan bueno, cuando sabemos usarlo para nuestro provecho y crecimiento; y tan malo como el peor alimento para el espíritu, lo mata.
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