Opinión Editorial


¿El fin de la guerra?


Publicación:15-10-2025
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Jamás hay que olvidar que los peores males siempre se comenten en nombre de un Dios, la paz y la libertad

Les abriremos las puertas del infierno 

Benjamín Netanyahu

Revisando la historia, podemos constatar que el terrorismo —ejercer la intimidación y la masacre sobre la sociedad civil como medio de control— lo han ejercido tanto grupos muy bien identificados del crimen organizado y terroristas, así como ciertos Estados. En el caso de estos últimos, el objetivo suele ser el legitimarse en el poder, así como hacer negocios de manera franca y directa, presentándose como el protector y el liberador del "mal" que acecha a la nación, mientras que, en muchos casos, destruyen el estado de derecho y la democracia; no hay tiempo que perder, son cuestiones de vida o muerte –plantean– con lo cual desaparecen el diálogo y el cuestionamiento de la prensa, la sociedad civil nacional e internacional, o están conmigo o contra mí, es su bandera, aderezada con un toque de fundamentalismo religioso y nacionalista con el cual se "curan en salud"; se trata de verdaderos perversos que no tienen ningún reparo en negociar con millones de personas, administrar las muertes y repartirse el botín de los recursos naturales...después le llaman reconstrucción a la misma cosa que han destruido; para ellos la paz es efecto de la guerra, del dominio y la explotación, de los monopolios energéticos y de servicios. Sus adversarios, sus "enemigos", son precisamente quienes no se someten ni empeñan los recursos y población de sus países a otros intereses, sobre todo del mercado, personas que para ellos están en contra de la libertad y la democracia.

Por supuesto que decretar y parar realmente el fin de bombardeos y asesinatos es algo que reduce en gran medida la tensión permanente de la población que los padece, sin embargo, lo que sigue a continuación, siguiendo con la lectura histórica y ahora actualizada, es el del verdadero sometimiento de la sociedad civil y los recursos naturales de las naciones, a través de la ideología de mercado y las políticas públicas que serán dictadas por otro país y sus fondos de inversión, cediendo así la soberanía. En toda esa simulación de democracia, la población civil (sea en Latinoamérica, como en la Franja de Gaza o en algún país africano) padece el ascenso de la instrumentación del Crimen de Estado con toda las facultades que otorga la constitución a un gobierno, que, en lugar de impedir el ataque terrorista, lo permite y además lo explota para posteriormente legitimarse en el poder y así ejercer todo el ataque sobre la sociedad civil el pueblo de Palestina. 

El problema de la política, que ya viene de varios siglos y se pierde en la historia, es que se ha dedicado a producir, promover y administrar el horror, la tragedia, la muerte, la explotación, más que otro tipo de posibilidades más cercanas a la responsabilidad, la creatividad, las negociaciones, los acuerdos, es decir, a la vida. Ya que también, cuando las políticas se ocupan de la vida y del amor terminan creando otros monstruos, narrativas y prácticas que someten, dañan y constriñen al sujeto a tener una vida miserable, sin presente ni futuro, simples clientes simulando ser ciudadanos.

Jamás hay que olvidar que los peores males siempre se comenten en nombre de un Dios, la paz y la libertad, una bandera e ideología que se identifica con la pureza de la raza y la interpretación de la norma, así como de los ahora verdugos que se presentan históricamente como víctimas inocentes, justamente para poder ejercer el mal, "abrir las puertas del infierno", a diestra y siniestra sin ninguna responsabilidad y consecuencia sobre su propia población, así como en los contrarios, a quienes identifican como la encarnación del mal, el "el chivo expiatorio" del que eternamente también han declarado ser.




« Camilo E. Ramírez Garza »