Opinión Editorial
Regreso a clases
Publicación:06-08-2025
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La educación debe alejarse de una lógica industrial y centrarse en formar pensamiento crítico y sentido personal.
"Una hora de clase puede cambiar una vida"
Massimo Recalcati
Esta semana miles de estudiantes regresaron a clases. Algunos, iniciando una fase (kínder, primaria, secundaria...) otros, continuando con su recorrido, que la escuela los encuentre, a ellos y a sus maestros, con un deseo decidido por aprender.
La escuela y la educación, si desea mantenerse a la altura de las circunstancias y problemáticas de nuestro mundo, debe replantearse, hoy más que nunca, su función, sus retos y aspiraciones. Definitivamente la escuela no es la única fuente de conocimiento, existen otras, más baratas, divertidas, rápidas y eficaces. Sin embargo, la escuela continúa siendo –queremos pensar, los que aún creemos en la labor de la escuela y los maestros—un centro para poder enseñar-aprender a pensar, a circular en el mundo en general y en el mundo laboral en particular.
Lejos está la escuela de "la letra con sangre entra", pero ahora la educación se ha aproximado, algunas veces para mal, a la lógica industrial de la manufactura de productos en serie, viniendo a menos a su vocación de generar pensamiento crítico, de posibilitar la emergencia de la singularidad, del sentido. Tampoco es que dese su origen haya sido así, ya que desde sus comienzos la escuela ha sido un instrumento ideológico del Estado o, en estos últimos tiempos, de la iniciativa privada que busca lucrar con todo.
Con todo esto, me parece que los estudiantes, más allá de validación curricular a través de un papel (certificado, Kardex, título), pretender pasar de año, acreditar las materias, etc. esperan de la escuela y sus maestros una función de sentido, de testimonio de vida respecto al conocimiento y el saber, del sabor del saber, que les permita descubrir el propio camino, la vocación y profesión que sea para ellos, las actividades que desean hacer en su existencia. Sin ello, la escuela y la educación quedarían reducidas al aprendizaje de fórmulas huecas.
Por lo tanto, podemos decir que las escuelas y maestros que se dediquen a presentar conocimiento e inscribir dicho conocimiento en una lógica de saber, es decir, que incluye el pensamiento crítico, la duda e ignorancia como motor de búsqueda que resiste y combate al pensamiento dogmático, al cientificismo de una determinada ideología, estarán a la altura de su función de educar, permitiéndole a los estudiantes –como lo ha dicho Silvia Bleichmar—recuperar sus sueños, cuando no inventar unos nuevos, propios y diferentes.
« Camilo E. Ramírez Garza »
