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Opinión Editorial


Alzheimer: un olvido que nos toca a todos


Publicación:25-09-2025
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Investigaciones estiman que, con el paso de los años, hasta un 60 por ciento de las vivencias acumuladas se desvanece

Nos pasamos la vida creando recuerdos. Al final, son lo más valioso que conservamos en nuestra memoria y en nuestro corazón. Son vivencias ligadas a nuestros seres queridos y a momentos que marcan nuestra historia personal: los amigos, la niñez, la universidad, la graduación, la pareja, los hijos, los nietos, los trabajos, los libros. Todo se acumula, pero con el tiempo solo permanecen algunas cosas. La memoria es selectiva y, con los años, ese filtro se hace más estrecho.

"Recordar es volver a vivir", solemos decir. Y sí, ver imágenes del pasado, escuchar una canción o volver a un lugar significativo puede despertar nostalgia. También existen los recuerdos tejidos en el instante, los que surgen sin ser llamados: una comida, una película, un viaje, esas "contraseñas secretas" de las que habla Milan Kundera, pequeños gestos que solo quienes los viven juntos comprenden y guardan como un tesoro. Son huellas invisibles que nos enlazan y nos hacen sentir parte de algo más grande.

Pero la ciencia confirma lo que intuimos: la gente olvida, y es inevitable. Investigaciones estiman que, con el paso de los años, hasta un 60 por ciento de las vivencias acumuladas se desvanece, con una clara tendencia a conservar lo positivo por encima de lo negativo. Este fenómeno, conocido como Fading Affect Bias, funciona como un mecanismo adaptativo que protege nuestra salud emocional. Y cuando los recuerdos son compartidos, su fuerza se multiplica: se valoran hasta 1.5 veces más que los solitarios, y más de la mitad de las personas prefiere revivir experiencias en compañía. La memoria, entonces, no solo custodia lo vivido, sino que también sostiene lazos y comunidad.

Es precisamente esta capacidad de la memoria lo que hace que las enfermedades que la afectan sean tan dolorosas. Nos arrebatan nuestra historia, nuestra identidad y el sentido de pertenencia. En México, cerca del 7.8 por ciento de las personas mayores de 60 años viven con Alzheimer. A pesar de iniciativas como el Plan Nacional de Alzheimer, el sistema de salud sigue siendo limitado, con una escasez de centros especializados y un promedio de solo 9 mil consultas anuales en hospitales psiquiátricos públicos. Esto obliga a que más del 80 por ciento del cuidado recaiga en los familiares, sin el apoyo económico o la capacitación adecuados. La enfermedad no es solo un reto médico, sino también una carga económica y social, con un costo anual por paciente que supera los 6 mil dólares, cubierto mayormente por las familias.

Aunque surgen alternativas como la telemedicina y los programas de estimulación, su alcance aún es limitado. Hacen falta políticas integrales que garanticen su accesibilidad para todos.

La memoria es un patrimonio invisible que nos da identidad, pero también es frágil. La mejor manera de honrarla es acompañando con amor a quienes la van perdiendo, sin impaciencia ni juicio, recordando por ellos lo que ya no pueden evocar. Combatir el estigma, exigir políticas de salud pública más sólidas y apoyar a los cuidadores son pasos urgentes para que la enfermedad no sea también un olvido social.

El pasado 21 de septiembre se celebró el Día Mundial del Alzheimer, fecha designada por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Alzheimer en 1994 para crear conciencia sobre la enfermedad, difundir información y sensibilizar sobre el trato digno hacia quienes la padecen. No olvidemos que, al cuidar la memoria de los demás, también cuidamos la nuestra como sociedad, pues un pueblo que olvida a sus más frágiles es un pueblo que se pierde a sí mismo.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com





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