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Opinión Editorial


Compadrazgo político: pacto sin ley


Publicación:24-07-2025
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En política, el compadre se traduce en "el padrino de la carrera", "el operador leal", "el de confianza", "el protegido", el que "tiene línea"

En política, el compadre se traduce en "el padrino de la carrera", "el operador leal", "el de confianza", "el protegido", el que "tiene línea" "el que controla los recursos". No necesita títulos ni experiencia; basta con haber estado cerca del personaje correcto en el momento indicado.

El compadrazgo es una práctica cultural profundamente arraigada en muchas sociedades latinoamericanas. Lo que originalmente surgió como una figura religiosa vinculada al bautismo y otros ritos, ha evolucionado en México como una red de apoyo y protección que trasciende lo espiritual y se proyecta en lo económico, lo político y lo afectivo.

La palabra viene del latín "compater", que significa "el que comparte la paternidad". En la práctica mexicana, ser compadre no es solo un rol ceremonial: es un pacto de lealtad inquebrantable, un compromiso que muchas veces pesa más que la ley, que la ética, incluso que la verdad. Como diría Octavio Paz en El laberinto de la soledad, el compadre —al igual que el cuate o el amigo— se convierte en una figura de confianza absoluta en una sociedad donde la institución formal genera sospecha. "Todo está en duda menos la lealtad del compadre", escribió Paz. Y no se equivocaba.

Más allá de los valores familiares o comunitarios que puede representar, el compadrazgo ha sido también una estructura paralela de poder. Históricamente, sirvió para sellar alianzas, como lo hicieron los misioneros coloniales al establecer lazos de compadrazgo con caciques indígenas. Hoy, persiste como forma de influyentismo donde los vínculos personales reemplazan al mérito, y los favores sustituyen a la legalidad.

Y así, como si fuera una reunión entre compadres, transcurrió la reciente reunión del Consejo Nacional de Morena, en el que el senador Adán Augusto López recibió un respaldo cerrado —casi ritual— ante los señalamientos por su cercanía con Hernán Bermúdez, alias el comandante H, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco, ahora prófugo de la justicia y señalado como líder del grupo criminal "La Barredora".

Bermúdez y Adán tienen una relación de amistad de más de 30 años; fue nombrado por el propio Adán Augusto en 2019, cuando era gobernador de ese Estado, como secretario de Seguridad de esa entidad. Desde entonces, su nombre estuvo envuelto en denuncias, señalamientos y narco mantas que lo acusaban de vínculos criminales. Pero nada ocurrió. Nada se investigó. 

Recordemos la profunda cercanía que el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador siempre manifestó hacia Adán Augusto López, a quien llegó a llamar "mi hermano" en diversas ocasiones. Este vínculo se mantuvo incluso cuando ya había señales claras contra Bermúdez y algunas sospechas de Adán. Pero como es sabido, "cuando uno es compadre, se protege."

Ahora que el escándalo es inevitable, el oficialismo responde con un guión ya conocido: minimizar, culpar a la politiquería y cerrar filas. Alfonso Durazo, presidente del Consejo Nacional de Morena, exigió no evidenciar a los compañeros "ante la opinión pública". Por su parte, la senadora Andrea Chávez lideró los gritos de apoyo: "¡No estás solo!" Y el propio Adán se dijo tranquilo, dispuesto a colaborar, quizás confiado en que sus compadres lo defenderán.

El compadrazgo, como red de protección, sigue operando, aunque faltó el aval de alguien importante: Andy López Beltrán. Para algunos, su ausencia en el Consejo Nacional podría leerse como una forma de mantener distancia para proteger a su padre, quien estaría expuesto si su "hermano" Adán termina vinculado formalmente a los señalamientos o bien, podría significar una ruptura al interior de Morena.

La estrategia de Claudia Sheinbaum, por ahora, ha sido evitar pronunciamiento abierto y pedir pruebas, mientras deja que las autoridades "hagan su trabajo". Pero lo cierto es que una orden de aprehensión como la que pesa sobre Bermúdez no se emite sin autorización presidencial. También se especula si puede ser una respuesta a la presión de Trump de tomar acciones enérgicas contra figuras públicas vinculadas al narco.

La pregunta es si la presidenta Claudia Sheinbaum está dispuesta a romper con ese pacto de compadres, o si seguirá atrapada en una estructura que, como decía Octavio Paz, le da al mexicano una relación estable en un país de instituciones frágiles. Porque mientras no se rompa con el compadrazgo como forma de gobernar, la lealtad seguirá valiendo más que la legalidad.

El compadrazgo político es el escudo que impide que los escándalos políticos escalen. Pero también es el peso muerto que impide que la justicia avance, que los partidos se depuren y que el Estado funcione.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com





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