Opinión Editorial
El eco de la 4T: el discurso de Sheinbaum
Publicación:17-07-2025
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La presidenta sitúa constantemente su narrativa dentro de los conceptos centrales del movimiento
El discurso político de Claudia Sheinbaum, aunque prudente y mesurado, se distingue por su firme alineación con los principios de la Cuarta Transformación impulsada por Andrés Manuel López Obrador. Más allá de abordar los retos actuales del país, la presidenta sitúa constantemente su narrativa dentro de los conceptos centrales del movimiento, buscando consolidar en la mente de la ciudadanía un proyecto político con continuidad y arraigo.
Para lograrlo, emplea de manera intencional la repetición estratégica de palabras y expresiones que buscan generar identificación, cohesión y aceptación entre la población. Este recurso no solo refuerza su conexión con el electorado, el 75 por ciento aprueba su gestión, sino que le permite evitar posturas que se desvíen del marco oficialista. Sus frases recurrentes, que podrían compararse con "muletillas", adquieren aquí un sentido político: funcionan como ejes discursivos destinados a construir narrativas, forjar identidad colectiva y movilizar apoyos, así mismo, para defender o proteger a protagonistas del movimiento ante acusaciones.
Las muletillas coloquiales son expresiones repetidas casi inconscientemente para llenar pausas o ganar tiempo, como "¿sabes?", "o sea..." o "¿me entiendes?". Mientras estas suelen restar fluidez o denotar falta de planeación, las repeticiones en el discurso político son deliberadas y también pueden servir para ganar tiempo. Están diseñadas para dotar de significado compartido a ciertos conceptos y mantenerlos presentes en el imaginario social. En política, repetir no es un accidente: es una estrategia.
En el caso de Sheinbaum, destacan términos como "pueblo", "soberanía", "justicia", "bienestar" y "libertad", así como frases como "no está bien", "vamos a llegar a un acuerdo", "coordinación, colaboración, pero no subordinación", y "se va a investigar". Además, el uso constante del pronombre "nosotros" refuerza la identidad de su gobierno con el movimiento, estableciendo una clara frontera con administraciones anteriores o con la oposición.
Cada palabra cumple un papel. "Pueblo" evoca el poder popular y legitima el proyecto de la 4T; "bienestar" se asocia con justicia social y remite a programas emblema del sexenio anterior; "soberanía" busca afirmar la autonomía nacional frente a presiones externas, alimentando un sentimiento nacionalista; mientras que "justicia" aparece ligada tanto a la paz como a la crítica del pasado, reforzando la idea de un gobierno comprometido con cambiar las estructuras que propiciaron desigualdades. En el caso de "libertad", se presenta como garantía de derechos, aunque siempre enmarcada en la narrativa de un Estado protector.
Su insistencia en un "gobierno honesto y honrado" establece un contraste directo con los "regímenes de corrupción y privilegios" del pasado. Declaraciones como "sin influyentismos ni nepotismos" son frecuentes, destinadas a reafirmar la diferencia moral entre su administración y sus adversarios. Aunque bien dice el dicho "dime de qué presumes y te diré de qué careces".
En materia de seguridad, el discurso se centra en "atender las causas" que originan la violencia, prolongando el enfoque de su predecesor: combatir pobreza, desigualdad y falta de oportunidades para evitar el reclutamiento criminal. Así, la consigna es "construir la paz", privilegiando un abordaje estructural por encima de la simple confrontación armada. Las referencias a gobiernos anteriores, como cuando afirma "no regresará la guerra contra el narco", le sirven más para marcar distancia que para delinear medidas operativas específicas.
Claudia Sheinbaum se muestra, en todo momento, como orgullosa heredera y continuadora del legado de López Obrador. Es la vocera oficial de El Movimiento. Sus discursos resaltan los principios del llamado "Humanismo Mexicano": no mentir, no robar, no traicionar. Esta lealtad discursiva refuerza la cohesión del movimiento, pero también plantea interrogantes sobre su capacidad para adaptarse a desafíos concretos o para construir una narrativa propia y asertiva que responda a las circunstancias del presente.
Será fundamental observar si este andamiaje retórico, tan centrado en los ideales de la Cuarta Transformación y en la figura de su antecesor, logra traducirse en acciones tangibles que satisfagan las demandas del pueblo y gestionen las presiones del "vecino incómodo". Al final, la legitimidad de un gobierno se mide no solo por la eficacia de sus palabras, sino por su capacidad para transformar en hechos las promesas que tanto se reiteran.
Frente a la disyuntiva de "dar doctrina" o resolver problemas reales, cabe esperar que la presidenta priorice lo segundo, y que su discurso no termine siendo únicamente un tributo permanente al proyecto de su tutor político.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com
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