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Opinión Editorial


La memoria en nuestros zapatos


Publicación:04-09-2025
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Los zapatos reflejan identidad, historia y sociedad, simbolizando desde estilo de vida hasta jerarquía y poder.

Pocos objetos revelan tanto sobre identidad, historia y sociedad como un par de zapatos. Más allá de su función protectora o estética, cada par habla de un cuerpo que lo habitó, de un estilo de vida, de caminos recorridos y de recuerdos que permanecen en la memoria. Los zapatos son también testigos silenciosos del poder, la jerarquía y las normas culturales; pueden inspirar, proteger o incluso denunciar. En distintos contextos, un par de zapatos se convierte en espejo de la vida humana, de la historia y de las emociones que nos atraviesan.

En distintas culturas, los zapatos son una extensión de la identidad. Las geishas japonesas usan las sandalias altas de madera (okobo) en sus rituales, los holandeses usan sus zuecos de madera (klompen) como símbolo folclórico y en la India las paduka son parte de rituales religiosos. La costumbre de quitárselos antes de entrar a una casa o templo en muchos países asiáticos y de tradición musulmana es un gesto de respeto y purificación: al dejarlos fuera, el cuerpo se despoja de lo externo para disponerse con humildad a lo que ocurre dentro.

Los zapatos también son símbolos de estatus y disciplina. Los uniformes militares o escolares imponen un calzado específico para marcar pertenencia. Del mismo modo, los tradicionales zapatos rojos del papa, que simbolizan la fe y la sangre de los mártires, fueron reemplazados por el papa Francisco por zapatos negros, un gesto de humildad. De manera similar, los emperadores romanos usaban sandalias de colores exclusivos y los tacones rojos de Luis XIV eran un privilegio de la nobleza, evidenciando que, en la historia, los zapatos han sido una marca de poder y jerarquía. En la política o los negocios, el brillo de un zapato se convierte en un lenguaje silencioso de respeto y poder.

Más allá de proteger, los zapatos simbolizan el movimiento: avanzar o huir, encontrarse o alcanzar. Acompañan a sus dueños en el cansancio y la intemperie, reflejando condiciones extremas de modestia o lujo.

Son herramientas y cómplices: el político los asocia con estatus, el deportista con logros, el obrero con seguridad, el personal de salud con soporte en largas jornadas y el estudiante con el tránsito cotidiano de su formación. El bailarín necesita un calzado que realce su movimiento; el soldado, botas que lo protejan y lo identifiquen como parte de un cuerpo; el chef, zapatos antideslizantes que lo resguarden en la cocina; el actor, el par que lo ayude a encarnar un personaje.

Son inspiración en canciones y películas, en cuentos como La Cenicienta o El mago de Oz, y en expresiones como "Ponte en los zapatos del otro" o "colgué los tenis". También en el imaginario urbano, los zapatos colgados en cables de luz pueden aludir a superación, rebeldía o simplemente al desgaste de la vida.

Pueden convertirse en símbolos de denuncia y memoria colectiva. En Doncaster, Inglaterra, la iniciativa Walking in Their Footsteps exhibe zapatos de mujeres violentadas, cada par con un rótulo como "gastados y tristes, como mi vida". En Gaza, una exposición reciente reunió zapatos de niños fallecidos en bombardeos: pares pequeños, alineados, silenciosos, recordando vidas truncadas. Cuando vemos un montón de zapatos sin dueños, lo que sentimos es la presencia de la ausencia: los cuerpos ya no están, pero sus huellas permanecen. Por eso, los museos de la memoria, como el del Holocausto, exhiben montañas de zapatos que no son simples objetos, sino testigos mudos de vidas interrumpidas violentamente. Están moldeados por el pie y los últimos sueños de su dueño. Representan movimiento, camino, viaje, huida o deportación; simbolizan tanto la vida cotidiana como el exilio forzado. Verlos vacíos genera un puente inmediato de identificación.

Los zapatos, al final, encierran posibilidades y significados. En perspectiva, revelan quiénes somos y cómo caminamos por la historia.

Incluso imaginar una exposición con los zapatos de personajes polémicos de la historia —dictadores, criminales o líderes controvertidos— permite reflexionar sobre cómo, aunque los zapatos no reflejan intenciones, sí pueden convertirse en vehículos simbólicos de poder: acompañar, proteger o pisotear.

Así, los zapatos testifican la huella ética que cada uno deja en la historia y en la vida de los demás, y nos recuerdan que incluso los objetos más cotidianos pueden hablar de nosotros mucho más de lo que imaginamos.

Al final, nos obliga a preguntarnos: ¿dónde estamos parados? Y más importante: ¿qué huella estamos dejando en el camino?

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, 

leticiatrevino3@gmail.com




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