Opinión Editorial
El sol de Reyes... y de nosotros
Publicación:26-05-2025
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Más de uno sabrá de quién son estos versos.
"No cabe duda: de niño// a mí me seguía el sol// Andaba detrás de mí // como perrito faldero;// despeinado y dulce // claro y amarillo:// ese sol con sueño // que sigue a los niños".
Más de uno sabrá de quién son estos versos. Sí, de nuestro regiomontano universal, Alfonso Reyes Ochoa, quien el pasado 17 de mayo habría celebrado su onomástico número 136.
Siendo niña me "crucé" con este emblemático poema dentro de mis libros de texto y a tierna edad me preguntaba cómo es que alguien vio en algo tan cotidiano, una forma de abrazar momentos y convertirlos en poesía.
"El sol de Monterrey" nace en 1932 cuando Reyes se encontraba despachando como embajador de México en Brasil. Sí, lejos de casa.
Justo porque Reyes se encontraba (y lo hizo por muchísimo tiempo) fuera de Monterrey, de Nuevo León y de México es que quizá y solo quizá, le ganaba la nostalgia de recordar el clima, el sol, las estampas de su ciudad natal.
Alfonso Reyes Ochoa nació el 17 de mayo de 1889. Además de diplomático, fue escritor, traductor, filósofo y académico y es considerado uno de los más importantes literatos de la lengua española.
Fue el noveno de doce hijos del general Bernardo Reyes Ogazón (Ministro de Guerra de Porfirio Díaz y gobernador de Nuevo León) y Aurelia de Ochoa-Garibay y Sapién.
Fue uno de los fundadores de El Colegio de México y presidente de la Academia Mexicana de la Lengua entre 1957 y 1959.
Hoy, en que un día sí y otro también, regios nativos, regios por adopción, visitantes y turistas nos quejamos del abrasante sol de Monterrey que ha disparado el termómetro a los 45 grados centígrados, trato de imaginar cómo era la ciudad que tanto añoraba Alfonso Reyes y cómo era aquel astro rey tan "despeinado y amarillo" a quien llamaba su "escudero".
Para mí no es difícil evocar las estampas del regiomontano universal porque de niña como de adulta, sigo encontrando en el sol (con todos los peros que le pueda poner), un poema, como cuando Reyes dice: "Saltaba de patio en patio // se revolcaba en mi alcoba. // Aun creo que algunas veces// lo espantaban con la escoba".
Y ayer como hoy, las casas se siguen "llenando de oro" y ese sol se nos sigue "metiendo por los ojos".
El sol se nos sigue pegando, llevamos nuestra propia cisterna de sol, quizá para que a donde quiera que vayamos y caminos que andemos, recordemos que somos regios y que aún y cuando no seamos niños, el sol continúa siguiéndonos.
Aquí, si algo nos sobra, es ese sol que nos dota de vitamina D y claro, de resolana.
Muy lejos estoy de ser alguien dedicada a la poesía, pero a propósito del onomástico de nuestro humanista y regiomontano universal, es que escribo el disfrute que para mí representa "El sol de Monterrey".
Tanto hay para escribir de Reyes, de cómo transformó la literatura en México; de su obra impregnada de temas clásicos, de problemas mexicanos, americanos y temas variados; de su legado y anécdotas; de los reconocimientos a que se hizo acreedor, así como los premios que llevan su nombre, pero eso se lo dejo a la comunidad Alfonsina que año con año lo rememora y reconoce el lugar que merece dentro de las letras.
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