Opinión Editorial
STEM y género: binomio con futuro
Publicación:22-05-2025
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En educación, STEM promueve una enseñanza integrada y práctica, que rompe con los modelos tradicionales fragmentados
El enfoque educativo conocido como STEM, por sus siglas en inglés (Science, Technology, Engineering and Mathematics), surge a finales del siglo XX como una respuesta a la creciente necesidad de preparar a las nuevas generaciones para un mundo cada vez más sustentado en la innovación tecnológica y científica.
Aunque la preocupación por fortalecer la enseñanza en ciencia y tecnología ya existía desde la segunda mitad del siglo XX, fue en los años noventa cuando la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos formalizó el término STEM, reorganizando la sigla original "SMET" para hacerla más atractiva y coherente. Desde entonces, STEM ha evolucionado, más allá de un conjunto de disciplinas, al representar una nueva forma de enseñar y aprender centrada en la resolución de problemas reales, el pensamiento crítico, la colaboración y la conexión con el mundo actual.
En educación, STEM promueve una enseñanza integrada y práctica, que rompe con los modelos tradicionales fragmentados. Desde la primaria hasta la universidad, busca desarrollar habilidades necesarias no solo para insertarse en el mercado laboral, sino para comprender y participar activamente en un mundo tecnológico en constante cambio.
Sin embargo, a medida que este enfoque se consolidaba, también reveló una brecha preocupante: la baja participación de niñas y mujeres en estas áreas. No se trata de una cuestión de capacidades, sino de barreras culturales, estereotipos y estructuras educativas que desalientan desde edades tempranas el interés femenino por la ciencia y la tecnología.
Esta situación ha motivado una reflexión global sobre la necesidad de integrar la perspectiva de género en la educación STEM. Desde 2010, han surgido múltiples iniciativas —como Girls Who Code en Estados Unidos, o Niñas STEM, pueden en México— que buscan visibilizar modelos femeninos en ciencia y tecnología, capacitar docentes, y eliminar sesgos que afectan la orientación vocacional de niñas y adolescentes.
En el caso de México, si bien el enfoque de género en la educación tiene antecedentes desde la década de 1970, fue en los últimos 20 años que se empezaron a vincular directamente con las disciplinas STEM. Estudios del CONACYT y la UNESCO mostraron la baja participación femenina en carreras científicas, lo que llevó al desarrollo de programas piloto y políticas públicas con enfoque de género.
Actualmente, la Nueva Escuela Mexicana incorpora esta perspectiva como parte de una formación integral. Además, diversas organizaciones civiles y académicas trabajan para impulsar ferias científicas, clubes de robótica, talleres de programación y espacios de divulgación enfocados en niñas y jóvenes.
A pesar de estos avances, los desafíos persisten: solo alrededor del 13 por ciento de los empleos STEM en México son ocupados por mujeres, y las brechas salariales pueden superar el 20 por ciento. Los estereotipos siguen presentes, y la representación femenina en puestos de liderazgo científico y tecnológico es todavía muy limitada.
En este contexto, Nuevo León ha emergido como un referente nacional en la implementación de políticas educativas centradas en el enfoque STEM con perspectiva de género. La Secretaría de Educación del estado ha declarado a Nuevo León como Territorio STEM, promoviendo proyectos colaborativos, talleres escolares y programas de becas para estudiantes. Entre las iniciativas destacadas se encuentra la "Beca STEM", que otorga apoyos económicos a jóvenes universitarios —con énfasis en mujeres— para fortalecer su permanencia en estas disciplinas. Asimismo, se han consolidado esquemas de educación dual en alianza con más de 350 empresas, lo que permite a las y los estudiantes realizar su formación en sectores tecnológicos e industriales de alto nivel. Estas acciones reflejan un compromiso concreto por cerrar brechas de género y preparar a la juventud para los desafíos del siglo XXI.
México no puede permitirse desaprovechar el talento de la mitad de su población en las áreas que están definiendo el futuro. Impulsar la educación y los empleos STEM con enfoque de género no es solo una cuestión de justicia, sino una estrategia de desarrollo. Solo así podremos construir una economía más justa, innovadora y sostenible.
Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com
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