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Opinión Editorial


La niñez de hoy: entre juegos y desafíos


Publicación:01-05-2025
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En la actualidad, las y los niños deben aprender a desenvolverse en entornos cada vez más complejos, sin comprometer su derecho a un desarrollo pleno, seguro y afectuoso.

Factores como la tecnología, la violencia, la contaminación ambiental y las desigualdades socioeconómicas, entre otros, moldean las condiciones en las que niñas y niños crecen. Estos cambios han transformado la vida cotidiana, la crianza y la educación, y exigen de sus cuidadores una mirada atenta, sensible y adaptada a los tiempos de hoy.  

En ocasiones se piensa que las infancias están más desarrolladas y estimuladas que antes. Y en parte es cierto: hoy en día, las niñas y niños están expuestos a una diversidad de situaciones complicadas desde edades tempranas. Se enfrentan a riesgos y a un exceso de información que, si bien puede ampliar su conocimiento y habilidades, también genera tensiones en su desarrollo emocional y cognitivo. Esta sobreestimulación, que no siempre implica un crecimiento saludable, plantea nuevos desafíos para su bienestar integral.

La tecnología, por ejemplo, puede ser una aliada para el aprendizaje, la creatividad y el juego, pero también expone a riesgos como la desinformación, el ciberacoso o el contacto con contenidos inapropiados. 

El crecimiento urbano y la inseguridad han cambiado los espacios para jugar. Las calles, que antes eran lugares de encuentro y aventura, hoy están mayormente vedadas. En su lugar, surgen condominios y colonias con parques privados o amenidades que, si bien son seguras, restringen la libertad y espontaneidad del juego libre. 

Los juegos también han cambiado. Las tabletas, consolas y pantallas reemplazan con frecuencia a la cuerda, las canicas o la bicicleta. Incluso los juegos de mesa han vuelto a popularizarse, no tanto por sus beneficios para la convivencia familiar, sino como alternativa ante la falta de espacios seguros al aire libre.

A esto se suma el impacto ambiental que ha obligado a modificar rutinas escolares, como los recreos en días de contingencias, afectando directamente la salud y calidad de vida de la niñez.

También se perciben cambios en las dinámicas familiares. Hoy existen diversas configuraciones que incluyen familias monoparentales, homoparentales, reconstituidas o extendidas. De igual forma ha cambiado la calidad y cantidad de tiempo compartido con madres, padres o cuidadores lo que influye en la construcción de vínculos y rutinas cotidianas.

El lenguaje inclusivo y el enfoque de género también marcan una transformación significativa. Nombrar a "niñas y niños", visibiliza realidades y abre paso a prácticas más equitativas. Niñas que juegan fútbol, niños que toman clases de danza, y la consideración a carreras en ciencias, tecnología o arte, son señales del avance hacia una mayor libertad en la construcción de sus identidades.

Asimismo, el conocimiento sobre sexualidad responsable, autocuidado y protección del cuerpo se ha anticipado. Hoy es necesario hablar sobre estos temas desde temprano, no por alarmismo, sino por prevención ante los riesgos reales que existen en entornos digitales y físicos. Se trata de brindar herramientas para un desarrollo sano y consciente, no de sembrar miedo.

Por otra parte, muchas infancias viven agendas saturadas de actividades producto de entornos que promueven la exigencia y la comparación: clases, deportes, talleres, fiestas. Aunque muchas de estas experiencias pueden ser enriquecedoras, también generan estrés, cansancio y falta de tiempo libre, esencial para el juego, la imaginación y el descanso. La infancia no puede convertirse en una carrera de rendimiento, ni en un escenario de competencia entre familias, ni mucho menos en una proyección de los deseos o expectativas de los adultos.

Es fundamental, además, reconocer que muchas niñas y niños viven realidades profundamente vulnerables: violencia, abandono, abuso, explotación o pobreza extrema. Visibilizar estas situaciones es imprescindible para garantizar el derecho a una niñez protegida, sin distinciones ni exclusiones.

A pesar de las complejidades del entorno actual, las infancias conservan su capacidad de asombro, imaginación y juego. Encuentran placer en los globos, los dulces, los regalos, las fiestas del Día del Niño o La Navidad. Mantienen la ilusión del ratón de los dientes, la magia de los Reyes Magos, el disfraz de Halloween y la emoción de romper una piñata. 

Celebrar a las niñas y los niños implica más que felicitarlos en su día. Implica defender su derecho a jugar, a imaginar, a crecer sin miedo. Aunque el mundo cambie, la infancia no debe perderse: debe ser protegida con amor, respeto y esperanza.

Leticia Treviño es académica con especialidad en educación, comunicación y temas sociales, leticiatrevino3@gmail.com





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